Posición de las Iglesias frente al conflicto armado en Colombia y ante la posibilidad de la paz.

Intervención inicial de José Fabio Naranjo Mesa durante el encuentro con la Comisión de la Verdad.

Jose Fabio Naranjo Mesa es integrante de MIIC- PAX ROMANA.

Agradezco a la comisionada Lucía González esta invitación a responder a la pregunta por la POSICIÓN DE LAS IGLESIAS FRENTE AL CONFLICTO ARMADO EN COLOMBIA Y ANTE LA POSIBILIDAD DE LA PAZ. Agradezco al núcleo de cultura y a las personas que han tenido a bien participar en este encuentro y a las que lo han posibilitado.

 

 

 

 

 

El artículo original reside en la página web de la Comisión de la Verdad – https://comisiondelaverdad.co/actualidad/noticias/posicion-de-las-iglesias-frente-al-conflicto-armado-en-colombia-y-ante-la-posibilidad-de-la-paz

De manera cordial les pido algo de paciencia pues el escaso conocimiento que frecuentemente constato en muchos ambientes respecto de la teología y de la vida de la iglesia me obligarán a explicar algunos aspectos, indispensables para comprender las afirmaciones mayores que haré y las conclusiones de la exposición.

 

Mi exposición se divide en 5 puntos a saber:

1. Aportes de las iglesias en Colombia a la construcción de la paz

2. De la participación de sacerdotes, religiosas y laicos en grupos armados enemigos del estado.

2.1. La teología de la liberación y sus diferencias con la perspectiva de Golconda y de Camilo Torres.

2.2. Del difícil proceso de discernimiento y de juicio respecto de la relación de los cristianos con grupos guerrilleros.

3. De los apoyos al paramilitarismo desde la iglesia católica hasta las sectas protestantes como estrategia política.

4. Evolución y tensiones en la iglesia en cuanto a la posición ante la guerra

4.1. Rechazo al uso de la violencia desde el punto de vista evangélico.

4.2. De la guerra justa a las condiciones para la construcción de la paz, en la doctrina católica.

5. Conclusiones

 

  1. Aportes de las iglesias en Colombia a la construcción de la paz.

Desde la iglesia católica y desde algunas iglesias protestantes como los menonitas, los luteranos y otras, son muchos los testimonios de un trabajo por la paz.  La Conferencia Episcopal Colombiana (CEC) en su declaración, del pasado 18 de agosto del 2020, manifiesta “profunda aflicción y preocupación por las masacres” y agrega que estos hechos se suman a las amenazas a personas y a comunidades, a los asesinatos de líderes sociales y de excombatientes de las FARC-EP, y a los enfrentamientos armados por el control de las rutas del narcotráfico. Frente a estos acontecimientos:

1.Proclama que la vida humana es sagrada e inviolable 2. Hace presentes el sufrimiento, la miseria, la falta de oportunidades y la violación de sus derechos fundamentales a las que están sometidas las poblaciones 3. Rechaza categóricamente todas las acciones y formas de violencia, cualquiera que sea su origen 4. Hace una vez más eco al llamado del Papa Francisco, exhortando a los grupos armados ilegales al cese de sus acciones violentas 5. Convoca a todo el pueblo colombiano a empeñarse, con unidad y con valentía, en la defensa de la vida, en la tarea de la reconciliación y la paz, y en la construcción de un proyecto común de país. 6. Anima al Gobierno Nacional a concentrar aún más esfuerzos para asegurar la protección efectiva y la atención integral a las comunidades, así como a seguir avanzando en la implementación de los Acuerdos de Paz. Así mismo el arzobispo primado de Colombia, se pronunció rechazando las masacres y dijo que estos hechos ponen de manifiesto la guerra que se sigue librando en varias regiones del país.

Los obispos de varias regiones de Colombia, especialmente de la Costa Pacífica, Urabá, Inírida y los territorios amazónicos han denunciado el abandono del estado, el asesinato impune de líderes sociales y la presencia también impune de grupos paramilitares dedicados al narcotráfico en sus regiones. Desde el secretariado nacional de pastoral social y desde las pastorales sociales en todo el país es cada vez más clara la conciencia de que el trabajo por la paz es constitutivo del ser de la iglesia. Entre los obispos ha sobresalido la voz y la acción de Monseñor Darío Monsalve quien no ha dudado en calificar al estado colombiano de estado mafioso y neonazi, autor de un genocidio contra líderes sociales, contra excombatientes de las FARC y contra comunidades de indígenas, campesinos y afrodescendientes. Mons. Monsalve ha sido defensor de los acuerdos de paz y ha trabajado intensamente por una reanudación de las negociaciones con el ELN. El Vaticano ha estado contribuyendo a que los diálogos con el ELN se reactiven.

 

La Comisión de conciliación nacional se creó por iniciativa de Mons. Rubiano, en 1995. Es presidida por el presidente de la CEC y está compuesta por obispos, sacerdotes y líderes de diversas orillas políticas. La solución política negociada del conflicto colombiano; la toma de conciencia por el respeto y la promoción de los Derechos Humanos, la importancia de aplicar el DIH, así como la necesidad de diseñar una Política Nacional y Permanente de Paz de Estado, han sido algunos de sus ejes principales.  Apoyó, durante la presidencia de Monseñor Alberto Giraldo J. el proceso de la Asamblea Permanente de la sociedad civil por la paz, en el cual hacían presencia muchos cristianos.

Es muy destacado en el país el desarrollo y la perspectiva de los Programas de Desarrollo y Paz, impulsados originalmente por el padre Francisco de Roux, con el apoyo de Mons. Jaime Prieto A.  en el Magdalena Medio. Estos programas constituyen un modelo de articulación de esfuerzos entre las organizaciones sociales y de la sociedad civil, el empresariado y las diócesis en cada región. En la actualidad en poco menos de 10 de ellos, la iglesia hace su aporte.

El trabajo que los Claretianos han desarrollado en el Chocó ha sido decisivo para la conformación de la Organización regional Embera Wanana (OREWA), así como para los indígenas todos, el trabajo y los múltiples servicios que las monjas de la madre Laura les ofrecen. Estos trabajos como los de muchas comunidades religiosas contribuyen a la formación en valores que aportan a la paz y estimulan también el desarrollo de organizaciones populares que son puntales de los procesos de construcción de la paz. El mismo Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) contó con la participación de al menos un sacerdote jesuita en su creación y la de una militante católica en la puesta en marcha de sus programas de etno-educación.

Por el lado de las iglesias protestantes tiene mucha importancia el trabajo de los menonitas por la paz desde una perspectiva noviolenta; sus líderes, y especialmente Ricardo Esquivia, han tenido una presencia significativa en instancias como la Asamblea Permanente de la sociedad civil por la paz y es conocido su trabajo en los montes de María con comunidades campesinas y con la presencia de su propia comunidad. También es de destacar el trabajo de la iglesia luterana, la cual, si bien constituye una comunidad pequeña, hace un acompañamiento decidido y eficaz al ETCR de Ituango, ahora desplazado a Mutatá y desarrolla trabajos de solidaridad también con expresiones sociales ambientalistas articuladas a diversos esfuerzos por la paz.

Mención aparte merece el Pastor y líder indígena del pueblo Sikuani, Luis Ramírez Chipiaje, asesinado por el ejército el 17 de abril de 1970, en presencia de su hijo Gregorio de 10 años y futuro pastor de su comunidad de Betania en zona rural de Puerto Gaitán (Meta). La narración que Gregorio ha hecho de su historia ha sido objeto de muchas reflexiones sobre la memoria como lugar teológico: a ella se han referido estudiosos y teólogos pentecostales, menonitas y católicos entre otros[1].

 

  1. Posiciones que dentro de la iglesia católica han apoyado activamente la lucha armada.

Dentro de la iglesia católica ha habido un sector, que de manera decidida ha apoyado la lucha armada. Este sector se ha inspirado fundamentalmente en la experiencia de Camilo Torres y a su vez ha estado en su gran mayoría vinculado al ELN, pero también a las FARC y al EPL.  Alrededor de 100 sacerdotes[2], fueron parte del ELN; no solo los 4 españoles ampliamente conocidos[3], sobre todo Manuel Pérez quien fue su máximo dirigente durante varias décadas, sino que, sacerdotes y monjas colombianas en Antioquia, Santander, y otras regiones de Colombia, hicieron parte del ELN. Un sacerdote y una exreligiosa que apoyaron el trabajo internacional por un tiempo vivieron en Cuba, formando “cuadros” de la organización. Entre las religiosas, es conocido  el caso de Leonor Esguerra de la comunidad del MaryMount, quien fue directora de su colegio en Medellín. Pero no solo algunas monjas del MaryMount hicieron parte de esta guerrilla, también en Antioquia, exreligiosas que habían hecho parte de la comunidad de la Compañía de María se vincularon a ella. Otros sacerdotes, como Bernardo López, fueron asesinados por los paramilitares. Para estas personas, como he dicho, Camilo Torres era una figura central. Es necesario decir que muchos de estos sacerdotes y religiosas[4] se decepcionaron de la lucha armada y de la participación en la guerrilla e incluso que no pocos de ellos adoptaron posiciones cuasi conservadoras y declararon su asepsia total ante la cuestión política, de la cual no volvieron a querer saber nada más que orar por la paz[5].

En la historia de Camilo Torres pesó mucho su formación sociológica; más que marxista Camilo era sociólogo y estuvo muy ligado al Frente Unido, como también en Medellín el padre Vicente Mejía. Sus conceptos fundamentales, como el concepto de “grupos de presión” no eran de origen marxista; a través de este concepto Camilo analizaba lo que hoy llamaríamos la cooptación del estado por intereses económicos privados. Como sacerdote Camilo recreaba documentos pastorales como los del “Apostolado cristiano”; en su relectura de este concepto no dejaba de insistir en la caridad o en el amor eficaz, poniendo el énfasis en la prioridad de las obras que está justificada por el momento histórico. Llegado Camilo al convencimiento de que debe entrar a la guerrilla, se retira del ejercicio ministerial. Mientras tanto, otros pretenderán seguir haciendo política al amparo de la iglesia, sacralizando la política o una opción política y ejerciendo la política desde la iglesia[6]; esto traerá no pocas confusiones a los cristianos.

  • La teología de la liberación (TL) y sus diferencias con la perspectiva de Golconda y de Camilo Torres.

Me parece que en cuanto a Camilo Torres, como en cuanto a Golconda en su supuesta relación con la Teología de la Liberación, se ha caído en un equívoco histórico, en muchos casos por ignorancia de la propia historia y de lo que se trata el hacer teología y en otros casos por interés en legitimar la opción armada o en hacer creer que la teología de la liberación apoyó o apoya este medio de acción como equivocadamente se afirma en el libro “Rebeldes, Románticos y Profetas” de Iván Garzón[7].

Para entender la perspectiva propia de la Teología de la liberación es preciso hacer un breve recuento histórico. De todos es conocido que los años 60 fueron decisivos en cambios históricos en la cultura occidental y podría decirse que en el mundo:

  • En lo confesional, el catolicismo vivió también cambios fundamentales suscitados por el Concilio Vaticano II. En América Latina la Conferencia Episcopal Latinoamericana, reunida en Medellín en 1968 fue el más importante y a ello se suma en Colombia, el hecho Camilo Torres, el nacimiento del Grupo Golconda y del grupo de sacerdotes para América Latina (SAL)
  • En lo político, en A.L. hubo también un ambiente general proclive a la politización revolucionaria.

Hasta el Concilio Vaticano II la iglesia era la jerarquía;
el Concilio la redefine como “Pueblo de Dios”, revalorizando así el papel del laico. En Colombia la iglesia se identificaba con el partido conservador y a través de él agitaba sus banderas que era las de una educación católica y una negación del matrimonio civil. En tal sentido la iglesia buscaba su beneficio. Con el Concilio la iglesia[8] pasa a buscar ante todo el beneficio del mundo; la iglesia está constituida para servir al ser humano.

Golconda, que apenas tuvo 3 reuniones, surgió de un encuentro de sacerdotes para estudiar la encíclica Populorum Progressio, de Paulo VI, el Papa que continuó y terminó el Concilio después de la muerte de Juan XXIII. El grupo fue conformado por unos 60 sacerdotes; en la segunda reunión a finales de 1968 fueron acogidos por el obispo de Buenaventura Gerardo Valencia Cano, a quien le interesaban ante todo los pobres y no entraba en mayores discusiones teóricas. Posteriormente cada uno o por parejas o pequeños grupos, tomaron diferentes caminos, especialmente en la acción política, educación popular, cooperativismo y pastoral comunitaria, párrocos etc; Golconda  buscaba “una nueva y más intensa presencia de la iglesia en… América Latina”.

Para ellos el subdesarrollo es producto de la dependencia externa; lo caracterizan por la dominación que ha ejercido una minoría; denuncian que el ejército se limita a la protección del “orden establecido” y “califican la carrera armamentista como una “necesidad ficticia” que no corresponde a una “verdadera necesidad de la comunidad nacional”; señalan la miseria que se esconde detrás del progreso y reclaman una verdadera reforma agraria”[9].

Este grupo fue muy influido por Germán Zabala que tenía la misión encargada por el partido comunista, de enrolar sacerdotes y religiosas en la opción por el socialismo.  Y cumplió bien su misión como lo muestra claramente Javier Darío Restrepo. Zabala apuntaba a una alianza entre cristianos y socialistas y utilizaba el método de educación liberadora de Paulo Freire. Sacerdotes de Golconda como Gabriel Díaz se sumaron al movimiento de la noviolencia bajo la comprensión de que la paz no se agota en acuerdos de paz.

El grupo de Sacerdotes para América Latina, SAL, tiene otro origen; este viene de sacerdotes asesores de movimientos de acción católica especializada y surgió de una reunión en Bucaramanga, para la cual habían solicitado permiso a la CEC; contó con la presencia de 4 obispos. Su perspectiva fundamental era la de que no se podía hacer pastoral sin tener en cuenta la coyuntura histórica.

Si Golconda significó una opción por el socialismo, aunque algunos pocos de sus miembros terminaron en la guerrilla, SAL era una opción pastoral de presencia en el mundo teniendo en cuenta la historia y ello por la encarnación de Jesús; A Dios nadie lo ha visto.  Jesús, el único que conoce la intimidad del padre es el que nos lo da a conocer. Él muestra la actuación de Dios en su propia manera de actuar. A Jesús se le encuentra en aquel que sufre y es necesitado; y nosotros seremos juzgados por lo que hicimos por el pobre, el hambriento, el que pasa frío, el encarcelado…..esos necesitados son Jesús mismo[10]. SAL invita a los laicos a asumir su responsabilidad en la marcha del mundo.

Un derivado de esta experiencia fue en Antioquia el llamado grupo del Nus, que agrupaba unos 20 sacerdotes, además de religiosas y de laicos y del cual fueron asesinados por paramilitares el padre Jaime Restrepo y la hermana Teresita Ramírez los cuáles no tenían ningún tipo de vínculo con guerrillas. Este grupo tenía bien claro que la obra de la Justicia y del respeto a los DDHH es la paz.

El hecho de que Camilo haga alusión a su ser cristiano, no lo hace Teólogo de la liberación.  La TL se refiere al reconocimiento de Jesucristo como Dios en la historia.  El criterio para ser cristiano es el servicio, el auténtico amor al otro.  Tomar las armas no es entregar la vida, sino quitar la vida a otro, aunque se corra el riesgo, igualmente de perder la vida; no se vive una espiritualidad cristiana armado; y esto no es un juicio de ellos como políticos, sino una afirmación de que no son modelo de espiritualidad cristiana. Otra diferencia crucial es metodológica: la opción guerrillera va a hacer militantes, guías de partidos; en la TL se parte de la vida de la gente, sin utilizar el “poder” o la “verdad” para indicar el supuesto camino correcto. La pastoral que parte de la vida no toma partido. La espiritualidad está en la historia y la TL desarrolla una Pastoral que parte de la vida de la gente.

Después de este breve recorrido histórico podemos comprender que estos procesos eclesiales, sumados a la experiencia en toda América latina, de los movimientos de estudiantes católicos que hacían y hacen revisión de vida, fueron los que suministraron la materia prima para la elaboración de la teología de la liberación. Gustavo Gutiérrez afirma que dicha teología es fruto de la revisión de vida, método de gran importancia histórica para la vida de la iglesia; ésta fue la matriz fundamental para una reflexión, o acto segundo, sobre la historia latinoamericana, con miras a discernir en ella la presencia de Dios.

Sin embargo, no pocas confusiones fueron inducidas por la presencia de grupos armados que como el Ejército Popular de Liberación o el Ejército de Liberación Nacional, utilizaban términos similares y tuvieron entre sus filas a sacerdotes, religiosas y laicos.

El periodista Javier Darío Restrepo, muestra de manera explícita, que “la Teología de la Liberación del sur del continente no tuvo nunca una acogida total dentro del grupo de Golconda.“ (pag 26). E inversamente, tanto en relación con Golconda, como con Camilo Torres, quienes elaboraron la TL, desde hacía décadas tenían muy definido, no solo que el cristianismo implicaba una opción no violenta, sino que tenían claridad meridiana en cuanto al respeto por la autonomía de lo político y rechazaban la instrumentalización de la iglesia, tanto por grupos conservadores, como por grupos comunistas o socialcristianos. Precisamente los círculos laicales que contribuyeron de manera decisiva a la elaboración de la TL habían sido pioneros, antes que el Vaticano II mismo, en cuanto a dicha posición; Gustavo Gutiérrez, reconocido mundialmente como creador de la Teología de la liberación, en otro de sus libros, “Teología desde el reverso de la historia” dice “la perspectiva social-cristiana no tuvo en todos los países de América Latina el mismo peso. En muchos de ellos se fue rápidamente atento -en círculos cercanos a los grupos apostólicos laicos- a las insuficiencias y ambigüedades de la etiqueta cristiana en la acción política”.

2.2 Del difícil proceso de discernimiento y de juicio respecto de la relación de los cristianos con grupos guerrilleros.

La iglesia y el evangelio han tratado de ser puestos al servicio de causas políticas, tanto conservadoras, como de izquierda.  Y es necesario entender en toda su complejidad las relaciones que algunos otros sacerdotes tuvieron en relación con las guerrillas: se relacionaban con ellas simplemente porque la guerrilla hacía presencia en los territorios en los que trabajaban. Por lo tanto, no puede juzgárseles como cómplices de la guerrilla; y tampoco puede exigírseles que la denuncien o que alerten las fuerzas estatales de su presencia, pues ellos observan la corrupción presente en estas fuerzas, y en el estado; porque ven los vejámenes a lo que el ejército somete a los campesinos, o los asesinatos cobardes de los paramilitares contra las poblaciones pobres; estos sacerdotes, pobladores o religiosos se encuentran pues ante difíciles dilemas.

Un excelente ejemplo de discernimiento pastoral fue hecho por 6 obispos colombianos de la Costa Pacífica Colombiana en el documento “TIERRA Y TERRITORIO DON DE DIOS PARA LA VIDA”. Estos obispos afirman que “El territorio se encuentra amenazado y agredido. Pero mientras las comunidades, con sus organizaciones étnico-territoriales, avanzaron en la definición de la territorialidad y sus proyectos de vida, el capital nacional e internacional había avanzado en la decisión de incorporar este hermoso y pacífico bosque húmedo tropical a la dinámica de la globalización del mercado, lo cual en nuestro país ha estado estructurado en el marco del conflicto armado, por lo que este territorio que otrora fuera despreciado por “inhóspito”, cobró valor por la identificación de sus riquezas o recursos naturales y por su ubicación”;  queremos “expresar nuestra voz en defensa de la vida unidos a los gritos, que claman al cielo, de las víctimas que han padecido los efectos del conflicto armado, el cual se ha profundizado con el objeto de transformar la propiedad y el uso del territorio, en función de intereses externos…

“El centro de este doloroso proceso del desplazamiento o destierro es el despojo de sus tierras, ya sea por el robo directo, o …con la complicidad de las instituciones públicas configura un despojo legalizado.” …En la última década se ha intensificado la invasión de los cultivos de uso ilícito…en ocasiones con la permisividad de autoridades civiles y de la fuerza pública, pues es incomprensible que a pesar del aumento de la militarización los insumos circulan, los cultivos se amplían, y el tráfico de la pasta de coca se consolida. 1.3.4 … El conflicto armado amplió sus fronteras hacia la costa Pacífica al inicio de los años noventa del siglo pasado. Si bien antes había presencia de las guerrillas, los efectos hacia la población civil eran de muy baja intensidad. Esto explosiona justamente cuando llega la estrategia contrainsurgente bajo la figura de la acción paramilitar, en abierta connivencia con la Fuerza Pública, que generó un impacto de hondas proporciones hacia estas comunidades, configurándose de esta manera un etnocidio tanto para los indígenas como para los afrodescendientes.” Hasta aquí las palabras de estos obispos.

Así mismo, en Equipos universitarios de Colombia, movimiento apostólico que ha hecho parte del desarrollo de la TL encontramos ejemplos de discernimiento por parte de aquellos que debían confrontar la utilización de personas y de recursos del movimiento en favor de intereses de núcleos guerrilleros. La reflexión que hacían era particularmente lúcida respecto de la opción guerrillera; desde los años 70 y al contrario de lo que llegó a afirmar Camilo Torres, unos años antes, estas personas percibían que la lucha guerrillera no iba a desembocar en la toma del poder. Por el contrario, esta lucha acrecentó el sufrimiento de miles de familias colombianas y sirvió de pretexto al estado para perseguir a los opositores políticos a los que ilegítimamente consideraba aliados de la guerrilla. Además, históricamente ha sido claro que las guerrillas terminaron corrompiéndose y utilizando métodos como el secuestro o el narcotráfico para financiar sus acciones.

Mucho menos se puede juzgar como complicidad con la lucha revolucionaria armada la actitud de denuncia de la pobreza o de la opresión política, económica o cultural, que se ejerce contra pueblos, etnias o poblaciones[11]. Si así fuera, la Biblia sería subversiva y favorable al conflicto armado pues[12] la pobreza es para la Biblia un estado escandaloso, atentatorio de la dignidad humana, y por consiguiente contrario a la voluntad de Dios. Así lo expresa un texto de Job: “Los malvados remueven los postes, roban el rebaño y su pastor. Se llevan el asno de los huérfanos, toman en prenda el buey de la viuda. Los mendigos andan sin vestidos, hambrientos…Se le roba al huérfano su campo, se toma en prenda la túnica del pobre. Aún no es de día cuando el asesino se levanta para matar al pobre y al menesteroso” (24, 2-12, 14).

Los profetas denunciarán todo tipo de abuso, toda forma de mantener a los pobres en esa situación, o de crear nuevos pobres; Ellos condenan el comercio fraudulento y la explotación[13], el acaparamiento de tierras[14]; la justicia venal[15]; La violencia de las clases dominantes, la esclavitud, los impuestos injustos, los funcionarios abusadores.  En el NT también se condena la opresión de los ricos, en particular en Lucas [16]y en la Epístola de Santiago[17].

Y no se trata sólo de una denuncia de la pobreza. Las Biblia nos habla de medidas concretas para impedir que la pobreza se instale en el pueblo de Dios. En el Levítico y el Deuteronomio encontramos una minuciosa legislación orientada a impedir la acumulación de la riqueza, y la consiguiente explotación. Se dirá p.e. que cada siete años las tierras serán dejadas en descanso “para que coman los pobres de tu pueblo” En el séptimo año los esclavos recobrarán su libertad y se condonarán las deudas. La pobreza es expresión de un pecado, es decir, de una negación del amor. Por eso es incompatible con el advenimiento del Reino de Dios, reino de amor y de justicia.

  1. De los apoyos al paramilitarismo en la iglesia católica hasta las sectas protestantes como estrategia política.

No puede desconocerse la complacencia, complicidad, y/o silencio de otro sector de la iglesia ante el uso de la violencia, especialmente por parte del estado y específicamente por parte del paramilitarismo. El racismo, la discriminación, el arribismo también han hecho carrera en la iglesia y J. Eustasio Rivera en “La Vorágine” da cuenta del hecho escandaloso de que muchos blancos asesinaban indígenas aduciendo que “no sabían que era pecado matar indios”. Hoy en día tales actitudes, se reproducen en no pocos católicos y sectas protestantes.

Para entender, pero no para justificar, las complicidades con el  paramilitarismo y con un estado antidemocrático, es necesario considerar hechos históricos que han marcado buena parte de la iglesia; estos hechos pueden resumirse en el choque histórico y violento también, que la iglesia ha tenido primero con el liberalismo, desde la revolución francesa, la guerra civil en España, el liberalismo en América latina (p.e. en la revolución mejicana) y en Colombia, y con el comunismo posteriormente; desde la revolución rusa, la actitud del régimen comunista frente a los creyentes y la actitud de los comunistas y de las Farc también ante la iglesia.

En Colombia particularmente hubo guerra entre el liberalismo y la iglesia identificada con el partido conservador (incoherentemente con la tradición bíblico teológica) y a causa de una gran distorsión ideológica. Hechos tales como el asesinato de sacerdotes, la quema de iglesias o de conventos la prohibición del culto público en los países socialistas, la utilización de las iglesias como depósitos o graneros, la persecución y control a los creyentes etc provocaron y provocan reacciones en sectores de iglesia. Personajes como Monseñor Builes, quien, en la época conocida como de “la violencia” (1946-1958)[18] declaraba que era pecado leer los periódicos liberales[19] o votar por los liberales y azuzaba los conservadores contra los liberales[20] , son actitudes que desgraciadamente han servido como pauta para no pocos sacerdotes y obispos.

También fue conocido Builes por su oposición y desprecio a la madre Laura, hoy en día canonizada y mujer de extraordinario valor, no solo como evangelizadora sino como escritora y mística.  Ese tipo de obispos, marcaron una época y dejaron una estela difícil de borrar en la iglesia colombiana.  A ellos se pueden sumar las actitudes de Monseñor López Trujillo, tristemente célebre por su persecución a los teólogos de la liberación. Por ello, es explicable y factor adicional de tensión o de polarización el que las Farc eran muy negativas ante la iglesia y no aceptaron nunca sus múltiples propuestas de mediación, así lo expresó Raúl Reyes a Álvaro Leyva “no queremos nada con los curitas”: había una concepción de que la iglesia era aliada del establecimiento y de que era un rezago de la feudalidad.

Además, siempre en un buen sector de la izquierda y del mundo- moderno ha habido un ateísmo militante, una crítica a la iglesia, en buena parte con desconocimiento de muchos de sus aportes históricos. E inversamente es claro que vastos sectores de la iglesia católica no solo no han asumido ni siquiera el Concilio vaticano II,[21] como lo expresó Benedicto XVI al final de su pontificado, sino que muchísimos católicos e incluso sacerdotes no están al tanto del contenido de documentos papales de gran importancia. Estos sectores son incapaces de leer el soplo del Espíritu Santo en grandes avances que para el ser humano ha significado la modernidad y entre ellos, la conciencia de que somos responsables de la marcha de la historia. Particularmente importante para lo que nos ocupa es el reconocimiento que el Concilio hizo de la autonomía del mundo temporal, autonomía de la política, de la ciencia y en general del quehacer humano, del ser humano como adulto responsable de la marcha del mundo, que ya no va a depender de la iglesia.

Esta autonomía del mundo no ha sido asumida por un gran sector de la iglesia que sigue aferrada a la idea feudal de la cristiandad. Este atraso lo han criticado católicos bien conocidos por su defensa de los DDHH, así como por su aporte al proceso de construcción de la paz en Colombia como Alfredo Vásquez Carrizosa (q.e.p.d.) o Álvaro Leyva Durán, ambos provenientes del partido conservador, partido que se autodefine como seguidor de las enseñanzas papales, pero buena parte de las cuales desconoce teóricamente y en la práctica.

En las complicidades o apoyo de sectores de iglesia a la violencia ejercida por el estado y específicamente al paramilitarismo ha jugado también la ambición o la seducción del dinero. Hechos tales como la recepción de dineros de narcotraficantes por jerarcas de la iglesia o por sacerdotes dan cuenta de ello. Los casos de Monseñor Darío Castrillón en Pereira, con Carlos Ledher[22] o los de sacerdotes de Medellín, con Pablo Escobar[23] y de algunos otros obispos  son citados p.e. por contagio radio que habla de los obispos de Tunja y Cartagena y de 9 sacerdotes de varias zonas del país.

Para estos pastores el paramilitarismo y la mafia eran un hecho sentado, su triunfo y hegemonía parecía definitiva y juzgaban realista el recibir dinero de ellos, para destinarlo a causas caritativas.  Pero la relación y apoyo no se circunscribió a la recepción de dinero por parte de la mafia, o a la de disfrutar de sus fincas y posesiones como también se dio en otros casos, sino que llegó a   ser apoyo a las acciones paramilitares. Conocidos han sido los casos de un sacerdote en El Limonar, barrio del corregimiento de San Antonio de Prado, en Medellín quien acogía a los paramilitares en su parroquia, señalaba jóvenes a los que habría que matar, guardaba armas de estos grupos y en general prestaba un apoyo abierto a los mismos bajo el pretexto de acabar con el comunismo.

También es sumamente mencionado el apoyo del padre Gonzalo Javier Palacios (sacerdote de Yarumal) al grupo paramilitar de los 12 apóstoles, el cual asesinó alrededor de 200 personas; testimonios de personas que lo conocieron describen que el mismo andaba armado y que utilizaba el secreto de confesión para informarse de quienes tenían relación con grupos guerrilleros para luego decidir su muerte, en acuerdo con los ganaderos y terratenientes que conformaban el grupo de “apóstoles”. En estas orgías de sangre caían no solo supuestos simpatizantes de las guerrillas, sino viciosos e incluso prostitutas que eran asesinados en nombre de la “limpieza social”.

También es de analizar la posición de no pocos obispos frente al paramilitarismo, vbgr ante Carlos Castaño, el cual era buen amigo del obispo de Montería quien lo trataba con extrema condescendencia y quien apoyó decididamente los diálogos de Ralito y la posterior expedición de la Ley de Justicia y Paz, cuyos resultados reales no han sido los de un desmonte de los grupos paramilitares, de los cuales, muchos continúan delinquiendo, bajo nombres nuevos (clan del golfo, rastrojos. bacrim, etc) y manteniendo sus actividades ligadas al narcotráfico.

En la posición del episcopado o de amplios sectores de él no puede desconocerse el interés en los contratos y apoyos económicos que la iglesia recibe del estado; para muchos pastores el oponerse al estado significa la pérdida de estos apoyos. Ello ha sido un factor de mucho peso desde hace décadas. La posición de la CEC ante el plebiscito por la paz significó una gran decepción nacional e internacional puesto que en la práctica significó un NO en el plebiscito y una alianza con sectores proparamilitares, provenientes de algunas sectas protestantes. Para muchos analistas y para no pocos cristianos, la posición de muchos obispos ante los crímenes de estado y ante sus múltiples nexos con grupos mafiosos; ante el paramilitarismo y ante el proceso de paz y los incumplimientos en su implementación, ha estado lejos de ser una posición profética o evangélica y más bien se ha juzgado como una posición timorata, acrítica y miope.

A este respecto fueron contundentes las palabras del Papa Francisco en su última homilía en Colombia, cuando dirigiéndose directamente a la iglesia colombiana, denunció el silencio de esta Iglesia ante genocidios, masacres y asesinatos continuados en nuestra historia: “¿Cuánto hemos omitido, permitiendo que la barbarie se hiciera carne en la vida de nuestro pueblo?… ¡Cuántas veces se ‘normalizan’, se viven como normales, procesos de violencia, exclusión social, sin que nuestra voz se alce ni nuestras manos acusen proféticamente![24]” Confrontó Francisco las “miopías heredadas” de la Iglesia en Colombia que debe comprometerse “en la formación de discípulos misioneros… que sepan ver, juzgar y actuar”[25].

Para terminar este apartado, diré una palabra acerca de las sectas protestantes que tanta presencia política están teniendo en AL y también en Colombia. Es claro y conocido que después de la conferencia de Medellín en 1968, sectores republicanos de los EEUU decidieron invadir AL de sectas protestantes con el fin de contrarrestar la influencia de la Conferencia de Medellín.  Y a fe que han tenido éxito en tal empresa. A mi modo de ver estas sectas, aunque se dicen cristianas, no lo son.

Conocidos son sus métodos de manipulación de conciencias, su explotación económica de los adeptos, los grados de corrupción que han alcanzado varios de sus pastores, y especialmente su utilización de una plataforma supuestamente cristiana como base directa o indirecta de creación de grupos políticos con presencia en las diversas contiendas electorales. Sus contenidos o sus banderas se basan en la negación o el ataque a los homosexuales, a las lesbianas, a las políticas que aprueban el aborto, a la emancipación de la mujer y también en su apoyo a políticas discriminatorias de las minorías étnicas, sean estas indígenas o afrodescendientes y de los pobres.

  1. Evolución y tensiones en la iglesia en cuanto a la posición ante la guerra

Desde el punto de vista de la iglesia católica hoy y a la luz de la vida y enseñanzas de Jesús plasmadas en El Evangelio, puede afirmarse, sin ninguna duda, que la iglesia NO AVALA DE NINGUNA MANERA EL USO DE LA VIOLENCIA NI PARA EL LOGRO DE OBJETIVOS POLÍTICOS POR MÁS ALTRUISTAS QUE ESTOS SEAN, NI PARA LA DEFENSA DE REGÍMENES POLÍTICOS AUTORITARIOS.

 

  • Rechazo al uso de la violencia desde el punto de vista evangélico.

En la vida de Jesús y después de su muerte y resurrección es clara su diferencia radical con la opción de lucha violenta que los zelotes llevaban a cabo contra el imperio romano.  La secta de los zelotes muy activa en el contexto en el que se movió Jesús, preconizaba la violencia como medio para liberarse de la dura opresión a la que los romanos tenían sometidos a los campesinos a los que imponían gravosos impuestos a cambio de no esclavizarlos y quitarles sus tierras. Jesús conoció los zelotes desde su infancia y supo de la matanza de muchos de ellos cuyos cadáveres fueron expuestos, durante varios días para escarnio del pueblo. En el año 70 en Jerusalén, los zelotes llevaron a cabo un levantamiento armado que terminó con una masacre, hecho que marcó casi el fin de Israel como pueblo y el comienzo del período denominado de “la diáspora”. Entre los discípulos de Jesús había zelotes, quienes tenían entre sus costumbres la de andar con una sica, o espada, con la cual asesinaban a los romanos o a los judíos cómplices del imperio.

Un pasaje del evangelio muestra que Jesús explícitamente no aceptaba la opción de responder con armas a la dominación romana: Este pasaje, narrado por los 4 evangelistas, es el arresto de Jesús en el monte de los olivos. Todos coinciden en que hombres armados llegaron a arrestar a Jesús, en que Pedro, sacó su espada y le cortó la oreja derecha a uno de ellos y en que Jesús increpa a Pedro y le cura la oreja al herido. Cada evangelista aporta detalles o frases que juntas dan un sentido completo al pasaje y permiten inferir elementos fundamentales de la actitud y enseñanzas de Jesús frente al uso de la violencia: Jesús rechaza y se opone al uso de la violencia propuesta por sus seguidores en ese momento: “Señor ¿herimos a espada?” … Pero Jesús dijo: “Dejad! Basta ya!”[26]  y cura al herido. Jesús afirma que la violencia engendra violencia: “El que a cuchillo mata, a cuchillo muere.[27]” Jesús es fiel al proyecto del Reino de Dios, plasmado en las escrituras que tan bien el conocía (“todo esto pasa para que se cumplan las escrituras”)  y es fiel a la voluntad del padre que produce la vida pasando por la dificultad o la muerte: “El cáliz que me ha dado el Padre ¿no lo voy a beber?”[28].

Por su parte el Cardenal Martini, en su libro sobre la Pasión de Jesús, muestra que Jesús nunca recurrió a la violencia, incluso cuando fue víctima de ella; Martini analiza el pasaje en el que un soldado le pega a Jesús en la cara, por la respuesta, altanera, que Jesús da al Sumo sacerdote durante el juicio al que es sometido. El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús sobre los discípulos y su doctrina. Jesús le respondió: “He hablado abiertamente ante todo el mundo, he enseñado siempre en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he hablado nada a ocultas. ¿Por qué me preguntas? Pregunta a los que me han oído lo que les he hablado; ya saben ellos lo que he dicho”. Apenas dijo esto uno de los guardas…le pegó una bofetada diciendo: “Así contestas al Sumo sacerdote? Jesús le respondió: Si he hablado mal, prueba en qué; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?”[29] Es claro que Jesús respeta la libertad del otro, pero lo cuestiona. En Jesús no hay una sumisión acrítica a la violencia del otro; en el hecho se ve que busca entrar en la conciencia del soldado; cuestionándolo hace que el otro sea responsable de sus actos.

  • De la guerra justa a las condiciones para la construcción de la paz.

La iglesia ha recorrido un largo camino de discernimiento alrededor de la cuestión de la guerra; este camino que comenzó con una clara y evangélica opción de rechazo a la violencia, a la guerra e incluso a la participación en cualquier ejército; se vio desdibujado, y si se quiere tergiversado por el constantinismo que significó una identificación o participación de la iglesia en el poder político y por lo tanto con los criterios del poder que no son en gran medida los criterios del evangelio[30]; allí se entró en la afirmación o concepción de la “guerra justa”. La tradición o teoría de la guerra justa [31]llegó incluso a generar una ideología de cruzada. En el s XX, entre los pecados históricos por los que Juan Pablo II pidió perdón, figura justamente el de las cruzadas. Agustín (s. IV) y Tomás de Aquino (s. XIII) reconocieron la noviolencia evangélica, pero Agustín la limitó a una intención interior de amor, cuando establecer la paz requiere guerra y Aquino pensaba que la guerra para defender el bien común podía justificarse dentro de límites cuidadosamente definidos.

Sin embargo, los ideales pacifistas y los movimientos de paz, como la paz de Dios y la tregua de Dios, continuaron durante toda la Edad Media y hasta la era moderna como expresión de lo que en la historia de la iglesia se ha llamado “el pequeño resto” es decir aquellos movimientos, personajes y tendencias que siempre, a pesar del constantinismo, se mantuvieron fieles al mensaje evangélico original.  En el siglo XIII, Francisco de Asís realizó uno de los gestos más impresionantes de su vida cuando cruzó las líneas de las cruzadas para predicar el evangelio al califa de Egipto.

A pesar de esta teoría de la guerra justa, mostraré que, para los últimos Papas, es claro que existen métodos, acciones y políticas preventivas, así como políticas que llevan a la justicia y al respeto de la dignidad humana y que éstas hacen inviable o inútil el uso de la violencia. “La justicia es la base de la paz” es una afirmación presente en gran cantidad de textos de los profetas, de salmos y de cartas apostólicas. Citaré solo dos, de los numerosos textos relevantes al respecto; pues es necesario que tengamos claridad sobre este aspecto: Isaías[32]  dice “La obra de la justicia será paz, Y el servicio de la justicia, tranquilidad y confianza para siempre. Y el Salmo 85 (11-14) dice «Amor y Verdad se han dado cita, Justicia y Paz se abrazan; la Verdad brotará de la tierra, y de los cielos se asomará la Justicia. El mismo Yahveh dará la dicha, y nuestra tierra su cosecha dará; La Justicia marchará delante de él, y con sus pasos trazará un camino.»

Ya en el siglo XX, ningún papa desde el Concilio Vat. II ha aprobado una guerra, pero el uso de la fuerza para fines humanitarios -en casos de horribles amenazas a la vida humana, la seguridad humana y el orden social- sigue siendo reconocido por la enseñanza católica.

Los documentos de la Constitución pastoral Gaudium et spes (1965) y Juan XXIII, en Pacem in terris (1963), plantean la cuestión de si los criterios justos de la guerra deben reconsiderarse a fondo y contemplan lo que Juan XXIII expone explícitamente: «es contrario a la razón considerar que la guerra es ahora un medio adecuado para restaurar los derechos que han sido violados»[33].… “y la carrera por el armamentismo es una causa clara y presente de la injusticia global”. El Concilio reconoce por primera vez un derecho de objeción de conciencia individual a portar armas (n ° 79). Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, solidifican y adelantan esta trayectoria incluyendo nuevos desarrollos tales como un lenguaje que contrasta más fuertemente la guerra y la paz no violenta hasta el punto de excluir completamente la violencia; la marginación e incluso el abandono de la validación explícita de la guerra defensiva como justa… un fortalecimiento y elaboración de la conexión entre el trabajo práctico para la justicia la no violencia y la paz; incorporación de razones ambientales para evitar la guerra, entre otros.

Por su parte, para la filosofía contemporánea, como lo mostraba la gran filósofa y católica antioqueña Beatriz Restrepo Gallego, donde hay convivencia no se requiere seguridad. Es decir que donde hay respeto a la dignidad humana o un ambiente de diálogo y justicia, no son necesarios ejércitos.

Con el Papa Francisco se da un gran y definitivo paso, sustentado en primer lugar en su profundización en el diálogo y el trabajo interreligioso en función de la paz; fruto de ello es el documento “por la fraternidad humana, la paz mundial y la convivencia común”, redactado en Abudabi, en 2019, luego de un encuentro de dos días con líderes religiosos de todas las tendencias y denominaciones. El documento, firmado además por el Gran Imán  Al-Azhar Ahmad Al-Tayyeb, jefe de 700 millones de sunitas,  se ha convertido en un proyecto de alcance mundial, que ya ha generado diversas acciones, reuniones y nuevos proyectos específicos. Con el Papa Francisco, pues hay un “giro explícito:  Apela repetidamente por la no proliferación y el desarme, especialmente de las armas nucleares. Rezando por la paz en Egipto, Francisco reitera que «la verdadera fuerza del cristiano es la fuerza de la verdad y del amor, que significa rechazar toda violencia. ¡La fe y la violencia son incompatibles!

Después de la publicación de Laudato Si, en la que conectó la guerra y la destrucción ecológica (n º 56), el Papa Francisco instó a las Naciones Unidas en Nueva York a apoyar el desarrollo sostenible, mientras se protege el medio ambiente. Desacreditó la hipocresía de hablar de paz mientras se fabrican armas; y reprendió a los líderes internacionales por no encontrar soluciones pacíficas a los conflictos globales[34].

En muchos de los movimientos noviolentos históricos más emblemáticos, las comunidades e instituciones de fe desempeñaron un papel fundamental en la exposición de las injusticias, alentando la solidaridad global, proporcionando fuerza organizacional y ofreciendo alimento espiritual para activistas y agentes de cambio no violentos.

Los maestros más eficaces de la noviolencia evangélica en contextos locales son el episcopado local, acompañado por clérigos, religiosos, pastores, catequistas, trabajadores comunitarios y miembros de comunidades de base. En ocasiones estos líderes enfatizan con acento profético en las causas reales de la injusticia; tal es el caso de la importante conferencia de los obispos latinoamericanos, realizada en Medellín, Colombia en 1968, ya mencionada antes, cuando nombran el apoyo de las autoridades políticas a una elite opresora como fuente principal de violencia y reconocen la injusticia estructural como una forma de «violencia institucionalizada». Este documento clave para América Latina, no sólo afirma la noviolencia, sino la solidaridad con los pobres.

El Papa Francisco de manera pertinente retomó el espíritu de Medellín en su venida a Colombia desde su primer discurso, dirigido precisamente a las autoridades civiles, a las que dijo “No es la ley del más fuerte, sino la fuerza de la ley, aprobada por todos, quien rige la convivencia pacífica. Se necesitan leyes justas …leyes que no nacen de la exigencia pragmática de ordenar la sociedad sino del deseo de resolver las causas estructurales de la pobreza que generan exclusión y violencia… No olvidemos que la inequidad es la raíz de los males sociales…”

También Francisco en Colombia, al respecto de la construcción colectiva de la paz dijo “Colombia hace décadas que a tientas busca la paz y, como enseña Jesús, no ha sido suficiente que dos partes se acercaran, dialogaran; ha sido necesario que se incorporaran muchos más actores a este diálogo reparador de los pecados… Hemos aprendido que estos caminos de pacificación…no pueden obviar… la experiencia de sectores que…han sido invisibilizados… “Las heridas de la historia precisan de instancias donde se haga justicia, se dé posibilidad de conocer la verdad, el daño sea reparado y haya acciones claras para evitar que se repitan esos crímenes.”

Afortunadamente, los datos empíricos revelan que hay una fuerza más poderosa que la violencia para lograr la justicia social. La lógica estratégica de la resistencia no violenta contra oponentes formidables, ha sido dos veces más acertada que la lucha armada. Entre 1900 y 2006 se constató que las campañas no violentas lograron, en términos de objetivos políticos declarados, aproximadamente el 54% de las veces, comparado con el 27% en campañas violentas.

 

CONCLUSIONES:

1. No se puede hablar de la iglesia en general pues esta está compuesta de corrientes muchas veces contradictorias y si bien hay una unidad fundamental, garantizada por el Papa y por los rigurosos métodos para la toma de decisiones doctrinales, ningún sector, obispo, sacerdote, o corriente en particular representa per se a la totalidad de la iglesia.

2. No se puede juzgar como complicidad con la lucha revolucionaria armada la actitud de denuncia de la pobreza o de la opresión política, económica o cultural, que se ejerce contra pueblos, etnias o poblaciones. Si así fuera, la Biblia sería subversiva y favorable al conflicto armado.

3. De manera reiterada sectores al interior mismo de la iglesia, académicos y otros, han insistido en que la iglesia colombiana debe pedir perdón por varios hechos comenzando por su participación en la guerra entre liberales y conservadores.  Un argumento central surge del preguntarse cómo es posible que un país que se ha reconocido como de gran mayoría católica, sea uno de los países donde más se irrespeta el derecho a la vida y de manera cruel; la alta corrupción e inequidad social aumentan el desconcierto o interrogante profundo frente a la responsabilidad de la iglesia ante tales hechos, sin duda escandalosos.

La responsabilidad institucional  apunta a “la complicidad por omisión”, a partir de lo cual es que se debería pedir perdón; no son “manzanas podridas” las que han alentado o participado en la violencia; ha habido contextos históricos que han llevado a comportamientos colectivos o cuasi colectivos en favor de ella, incluso en contra o “torciéndole el cuello” a la doctrina o enseñanzas evangélicas.

Este pedido de perdón es, a mi modo de ver, necesario y el debería extenderse a todos los bautizados en razón de nuestra indiferencia ante los horrores que se viven en Colombia. Por lo demás, la legitimidad misma de la iglesia, su credibilidad y su verdad están en juego y tal pedido de perdón es una respuesta coherente con la manera transparente como el Papa ha asumido el problema de la pedofilia, o como la iglesia alemana, reconoció sus falencias frente al régimen nazi. Sin embargo, al interior de la CEC dicho pedido de perdón no ha sido aceptado. Para algunos obispos ello significaría “capitular” y para otros no hay bases para tales juicios de responsabilidad. Incluso contrasta el hecho de que haya sectores que promuevan la beatificación de personajes como Monseñor Builes.

4. Sin embargo y a pesar de un pesado fardo histórico, y de hechos aún presentes y actuales, un balance justo y equilibrado de la iglesia en su conjunto deja ver una positiva evolución hacia actitudes y posturas más evangélicas[35] que definitivamente contribuyen de manera relevante al logro de la paz en el país. Este hecho no significa una absolución histórica pues aún hay mucho, qué hacer y el aporte a la paz, por parte de la iglesia, puede y debe ser oportuno e inequívoco.

5. Recordando que ser discípulo de Jesús es obedecer a su mandato de «amen a sus enemigos y hagan el bien a los que les persiguen… para que sean hijos de vuestro padre en el cielo»[36]Concluyo con esta cita del Papa Francisco, tomada de uno de sus exhortaciones apostólicas más importantes la Evangeli Gaudium o “La Alegría del Evangelio»), en la cual es contundente y tajante en cuanto al uso de la violencia, o de las armas: “La desigualdad eventualmente engendra una violencia que el recurso a las armas no puede y nunca podrá resolver. Sólo sirve para ofrecer falsas esperanzas a quienes claman por una mayor seguridad, aunque hoy en día sabemos que las armas y la violencia, en vez de ofrecer soluciones, crean nuevos y más graves conflictos”. [37]

Muchas gracias.

 

[1] Carlos Mendoza en Dios inefabulus, la lingüista Bibiana García, el teólogo pentecostal Jeferson Rodríguez, el menonita Jenny Neme, la religiosa católica Cecilia Naranjo y David Pérez, de la Universidad de Deusto.   (Biblias, flechas y fusiles: Muerte y vida de un pastor indígena. Por Miguel A. Estupiñán, de Amerindia Colombia)

[2] G. Zabala en 1995 decía que “hay 5 o 6 (sacerdotes) en el ELN. Pero…dispuestos a apoyarlo… hay una gran cantidad de sacerdotes … si … en Golconda fueron 60 u 80, hoy se multiplican por 10.” Ver Javier D. Restrepo. La revolución de las sotanas. 2ª. Edición pág 137

“Sectores cristianos revolucionarios” …  un sector heterogéneo de las Farc, del ELN y de la dirección de la ANAPO”, todos inspirados en Marx “y en la doctrina social de la iglesia”, estuvieron al origen del M-19. Ver Javier D. Restrepo. La revolución de las sotanas. 2ª. Edición. pag 124.

[3] Domingo Laín, quien dirigió uno de los frentes más poderosos de esta organización, José Antonio Jiménez y Carmelo Gracia quien fue expulsado de la organización.

[4] Solo podría nombrar aquellos cuyos nombres han salido en publicaciones de prensa, libros o revistas; pero de manera genérica nombraría sacerdotes  y religiosas que trabajaron durante varios años en el suroeste antioqueño; así mismo sacerdotes y exsacerdotes que hicieron parte del grupo de Golconda (ver más adelante qué fue Golconda) los cuáles nombra Javier Darío Restrepo en su libro “La revolución de las sotanas”: Gabriel Gil o Guiillermo López Benjumea; entre otros sacerdotes y religiosas  de varias partes del país.

[5] También “un grupo de sacerdotes antiguos activistas de Golconda….  habían tenido “una experiencia que les había mostrado el escaso futuro de la guerrilla” Op. Cit pag 134

[6] No son pocos los casos de sacerdotes especialmente que hacen política desde el púlpito o desde su relación con la feligresía; en Medellín son “ejemplos” el párroco de la parroquia de Belén, el padre Botero de Santa María de los ángeles, el párroco de la Visitación y otros de clara tendencia derechista. Así mismo encontramos sacerdotes y religiosos que utilizaron su investidura para hacer política como el padre Bernardo Hoyos en Barranquilla, hasta que se retiró del ejercicio sacerdotal.

[7] Se equivoca totalmente en este y otros puntos Iván Garzón V.  en “Rebeldes, Románticos y profetas” cuando citando a Wilde afirma que “la teología de la liberación contribuiría a dar legitimidad al apoyo de la iglesia a la violencia insurgente” pag 179. El mismo Garzón solo trae dos citas de Gustavo Gutiérrez y de segunda mano, en su libro y las entiende mal pues en ellas Gustavo, además de afirmar respecto de la lucha armada que “es difícil pronunciarse sobre sus posibilidades en términos de eficacia política. Los reveses sufridos han llevado a replanteamientos serios”; lo que coincide con el escepticismo de la corriente que originó la teología de la liberación frente a dicho método de acción, en el que sin embargo otros seguían creyendo como también constata Gustavo diciendo que  “ sería ingenuo pensar que la lucha armada ha quedado definitivamente descartada …en el continente”. Op cit pag 97.  Ver también pag 170 sobre el mansaje de amor y no de violencia que debe anunciar la iglesia, al contrario de un mensaje de violencia como interpreta I. G.

[8] Pero también el Concilio hizo más clara a una distinción de gran importancia entre religiosidad y fe cristiana; distinción de gran utilidad para despejar una confusión en la que se incurre aun entre académicos al confundir las opciones de miembros de la jerarquía, aunque de bajo nivel, con una espiritualidad que hunde raíces en la historia y desde ahí hace elaboraciones teológicas, que, obviamente, tienen que ver con la relación del hombre con Dios.
Las religiones se basan en lo ritual y proclaman lo moral, pero Jesús rompe con ambas cosas.
La religión católica no escapa a esa confusión y menos la percepción que de ella se tiene: Dígalo si no la reducción que se hace de la religión católica a su jerarquía; sus miembros son los que presiden el culto y se cree que son los que dictan las normas morales.

[9] Javier Darío Restrepo. La revolución de las sotanas. 2ª. Edición.  Pag 51

[10] (cap.  25 de San Mateo)

[11] Fácilmente cae en este juicio Iván Garzón en su libro “Rebeldes, románticos y profetas” en el cual juzga textos de la conferencia de Medellín como apología de la lucha armada.

[12] De aquí al final de este apartado cito a Gustavo Gutiérrez, en Teología de la Liberación. Perspectivas.

[13] (Os. 12, 8; Amós 8,5; Miq. 6, 10-11; Is 3, 14; Jer….

[14] (Miq  2, 1-3; Ez. 22, 29; Habacuc 2, 5-6)

[15] (Am, Jer, Mi9q

[16] (6, 24-25; 12, 13-21; 16, 19-312; 18 18-26)

[17] (2, 5-9; 4 , 13-17; 5, 1-6)

[18] Desbordo el marco histórico del conflicto armado en Colombia, pero creo que hay hechos históricos que es necesario conocer por el peso o influencia que tuvieron en él y que aún tienen.

[19] Que el liberalismo ya no es pecado, se viene diciendo últimamente …que se levantó la censura de algunos periódicos liberales; que el Papa dirigió una carta laudatoria al Excelentísimo Señor Presidente, y que por lo tanto ser liberal ya no es malo: … y que se puede votar sin pecado por candidatos liberales, sin que eso sea obstáculo para recibir la absolución y participar de todos los bienes y derechos de la Iglesia. Nada más erróneo, pues lo que es esencialmente malo jamás dejará de serlo, y el liberalismo es esencialmente malo […] (Builes, Miguel Ángel. «El liberalismo», abril 5 de 1931, en Cartas Pastorales)  

[20] No es la Iglesia la que provoca esta guerra: son nuestros enemigos quienes la llevan a la arena del combate, dice Pío X; no somos nosotros tampoco quienes hayamos de rehuir la lid: somos los jefes de la Iglesia militante y debemos luchar hasta lograr el triunfo: (Builes, Miguel Ángel. «Las campañas contra Dios y la Iglesia», enero 6 de 1933, en Cartas Pastorales… Op. Cit., p. 242.

[21] El Concilio Vaticano II definió la iglesia como “Pueblo de Dios”, en el cual también los laicos participan del sacerdocio único de Jesús por el bautismo. Muchas otras novedades implicaron el Concilio, comenzando por la celebración eucarística en la lengua de cada región y con una apertura y estímulo al estudio de la Biblia, cuestión en la cual los protestantes habían tomado gran ventaja desde Lutero. Pero como bien expresó Benedicto XVI, a 50 años del Concilio, gran parte de él no ha sido asumido por buena parte de la iglesia.

[22]Ver  https://www.elespectador.com/opinion/el-cardenal-castrillon-columna-790813/ “En Armenia, recibió de Carlos Lehder un dinero a cambio de que le bendijera la Posada Alemana…Castrillón haría esta confesión años después: “Yo mismo he recibido dinero de la mafia y lo he repartido entre 105 pobres”.

[23] Entre los otros casos que resume Contagio Radio de sacerdotes u obispos cercanos a Escobar o a  grupos paramilitares  están los de monseñor Ángel María Ocampo (obispo de Tunja), monseñor José Ignacio López (obispo de Cartagena), el sacerdote Juan Ángel Ortiz (en San Luis, Huila), el padre Lorenzo Torres (en Uvita, Boyacá), Gustavo Martínez (vicario de Vélez, Santander), monseñor Manuel López (obispo de Vélez, Santander), los padres Elías Lopera y Hernán Cuartas (arquidiócesis de Medellín), el padre Luis Ángel (en Necoclí, Antioquia), el padre Carlos Enrique Ciro Parra(en Puerto Boyacá) . Ver http://de-avanzada.blogspot.com/2016/07/Iglesia-paramilitares.html

[24] Septiembre 10/17. Homilía en la que reflexionó, a partir de la figura de San Pedro Claver, en la dignidad de la persona y los derechos humanos.

[25] Homilía del Papa Francisco de la Misa en Medellín en Colombia. 9 de sept./17

[26] Lc. 22

[27] Idem

[28]  Jn 3-, 10-11.

[29] Jn 18, 19-23

[30] Ver Mc 10, 42-44

[31] Este apartado es en gran parte tomado de “Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz y Pax Christi Internacional Conferencia sobre la Noviolencia y la Paz Justa Roma, 11-13 de abril de y de “PAZ JUSTA Y NOVIOLENCIA, María Stephan 1 PROMOVIENDO LA PAZ JUSTA A TRAVÉS DE ACCIONES ESTRATÉGICAS NO VIOLENTAS.  Por: Dr. María J. Stephan, U.S Institute for Peace”

[32] Is. 32, 17

[33] Pacem in terris, n ° 127, véase Gaudium et spes, n ° s 79-80)

[34]  (Discurso a la Asamblea General de la ONU, 2015)

[35] La iglesia colombiana comenzó a dar un giro hacia la condenación de la violencia institucionalizada o estatal apenas en 1976 con el documento “Identidad cristiana en la acción por la Justicia” en el que, aunque todavía el acento está puesto en la supuesta imposibilidad de diálogo con el marxismo; los obispos afirman que esto no significa “un apoyo a la conservación de situaciones de injusticia estructural o una contribución…al mantenimiento del statu quo” (Ver CEC 1976 parra. 52) citado por Garzón. Op cit pag 149.

[36]  (Mt 5: 44, 45). Más tarde en 1984 y 1986, la Congregación para la doctrina de la fe,  bajo la dirección del entonces cardenal Ratzinger,  se pronunciaría claramente respecto de las “exigencias éticas que ordenan reformas estructurales e institucionales  radicales y valerosas”  (Garzón Pg 150) y criticaría la violencia venga de donde venga: “habrá que condenar con el mismo vigor la violencia ejercida por los hacendados contra los pobres , las arbitrariedades policiales así como toda forma de violencia constituída en Sistema de gobierno…….No se puede admitir la pasividad culpable de  los poderes públicos en unas democracias en las que la situación social de muchos hombres y mujeres está lejos de corresponder a lo que exigen los derechos individuales y sociales constitucionalmente garantizados” (Congregación para la doctrina de la fé, 1986. Párr.. 76) citado por Garzón pág. 151.

[37] Evangeli Gaudium, Papa Francisco, 2013 # 60