Obispo de Quibdó dice que la falta de presencia del Estado en lo Social, hace que la comunidades sean más vulnerables a los grupos armados que se mueven en la región

Faltan diez minutos para la misa de las seis de tarde en la Catedral de Quibdó, Chocó. Es jueves 20 de noviembre y muchos creyentes han acudido a la parroquia. Algunos, quizá, lo han hecho para pedir que cese la violencia en esta región, que este pueblo deje de ser noticia solo por sus desgracias. Lea también: ¿Quién es el general Rubén Darío Alzate, oficial que en poder de las Farc? acá le contamos.

La eucaristía, como es costumbre, la oficiará monseñor Juan Carlos Barreto, obispo de Quibdó. Pero él no tiene afán. Mientras se alista para salir al altar, sigue hablando. Es que tiene mucho que decir, que aclarar, que reclamar. Ahora, por ejemplo, insiste en un tema que —confiesa— desde hace meses lo tiene inquieto: las labores sociales que realiza el Ejército. El religioso, desconcertado, explica que esa no es la labor de esta institución, que para eso existen otros organismos, que eso, incluso, pone en riesgo a la población.

Entonces revela que varias veces le manifestó esa preocupación al general Rubén Darío Alzate, comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta Titán, secuestrado por las Farc el pasado domingo en zona rural de la capital del Chocó. Por eso se atreve a decir que el secuestro del alto oficial es una muestra de que las FF. MM. no deben realizar labores humanitarias.

El religioso, que desde hace casi dos años llegó a Quibdó a acompañar a las comunidades afrodescendientes e indígenas, es un hombre que habla sin adornos. No teme denunciar que el abandono del Estado y de las mismas autoridades locales y regionales es el responsable de la situación de pobreza y violencia que él ve todos los días en la capital chocoana.

Monseñor, en este momento los ojos del país están puestos en el Chocó, cuando, paradójicamente, esta ha sido una región tan olvidada…
Sí, esta situación en alguna medida ayuda a comprender lo que ha pasado en el departamento, que actualmente tiene un problema de pobreza muy fuerte: el 80 % de las necesidades básicas insatisfechas. Además, la presencia de los grupos armados ilegales también se ha incrementado y con la minería hay un desastre ecológico de una magnitud impresionante.

¿Esa crítica situación del Chocó se debe al abandono del Estado?
Sí, gran parte de esos problemas se han generado por el abandono del Estado y porque no se adelantan las acciones necesarias para mejorar esta situación. Entonces, que el general Alzate esté en estos momentos en poder de las Farc ha puesto al país a pensar en el departamento y en lo que está pasando.

Esperamos que la liberación se dé lo más pronto posible, y por la vía humanitaria, porque la comunidad está muy atemorizada, pues en un territorio en donde han estado las Farc, la presencia del Ejército complica mucho más la vida de los pobladores.

Es decir, la población está más acostumbrada a la presencia de las Farc que a la del mismo Gobierno…
Sí, la guerrilla tiene dominio en muchas zonas y a la población le toca vivir con esa presencia, entonces cuando llegan las Fuerzas Militares, se genera temor.

¿Qué tanto daño le ha causado esta situación a los habitantes del corregimiento Las Mercedes (donde ocurrió el secuestro)?
En Las Mercedes la gente siente que ha sido estigmatizada, pues algunos medios de comunicación no han favorecido la neutralidad de la información, los habitantes tienen temor de que se puedan tomar represalias a futuro con ellos. La presencia del Ejército tiene que hacerse con mucha prudencia y discreción porque la comunidad está afectada. Tiene mucho miedo por los bombardeos. Ojalá el proceso de paz con las Farc se pueda reestablecer y logre darle muchos resultados positivos al país y al Chocó.

Las Farc van a entregar al General y a los otros secuestrados, ¿usted si ve gestos de paz en esta guerrilla o todavía no les cree?
Nosotros abogamos por el proceso de paz, pero sí creemos que a las Farc les hace falta comprometerse más, les hace falta más gestos de paz.

Usted dice que la presencia militar debe ser prudente, ¿hasta ahora no lo ha sido?
Uno entiende que el Ejército debe hacer su labor, pero lo que nosotros pedimos es que lo haga con prudencia y considere a una población que lo único que tiene es su territorio. Y en estos momentos esa presencia militar les está causando dificultades a los habitantes para ir a pescar, a cazar, a sacar sus cultivos. No hay movilidad normal. Y por eso sí insistimos en que todo se haga con cuidado y respeto.

Si esa presión militar continúa, ¿cree que es inminente un nuevo desplazamiento en la zona rural de Quibdó?
Creo que sí, porque este año ha habido muchos intentos de desplazamiento en Las Mercedes y uno de los temas que más hemos denunciado es que cuando se bombardea a la población civil, la comunidad se ve obligada a desplazarse. Entonces, ahora con esta coyuntura la situación empeora y los desplazamientos se vuelven reales.

Este año en el Chocó se han desplazado más de tres mil personas debido a los enfrentamientos entre grupos armados, pero eso no fue noticia en el país. Ahora secuestran a un general y todos se concentran en el Chocó. A usted, que ha estado tan cerca de las comunidades, ¿le duele esa realidad?
Sí, eso es muy duro. Mire, en el Chocó hay 320.000 víctimas del conflicto armado, la mayor parte, fruto del desplazamiento, hay comunidades que se han desplazado dos, tres y hasta cuatro veces. Y, precisamente, una de las labores de la Diócesis es acompañar a esas personas, pues muchas se han quedado solas e incluso han desaparecido porque se fueron y nunca volvieron a sus territorios. Esa es una de las graves amenazas. Por eso, insisto, se debe obrar con mesura.

Monseñor, usted conocía al general Alzate, ¿qué tan importante era la labor social que él lideraba?
Él estaba promoviendo la Agenda 2020–2038, que tiene que ver con inversión social. El general decía ser muy apasionado por el tema, pues comprendía que esa inversión puede ayudarle al Chocó. Sin embargo, las organizaciones sociales hemos tenido una visión crítica, pues no estamos de acuerdo con que el Ejército sea el encargado de los proyectos sociales en esta zona, pues para eso existen otros entes territoriales. Así que, en su momento, hablamos de eso con él.

Entonces, ¿usted cree que el Ejército adelanta esa inversión social solo como una estrategia para ganarse la confianza de la población?
Ellos pueden tener buenas intenciones, pero en la práctica el punto de partida es que esas misiones sociales no le corresponden al Ejército. Su labor realmente es garantizar el orden público y proteger a la población.

Con eso que usted me cuenta, uno pensaría que su relación con el general Alzate no era muy buena…
No, sí era buena, solo que yo le manifesté que no estaba de acuerdo con esa labor social del Ejército, pero eso nunca afectó las buenas intenciones que él tenía para esta región. Lo cierto es que la comunidad, más allá de estar agradecida con el general y el Ejército, se ha mostrado crítica frente a la decisión del alto oficial de acudir a este lugar sin escoltas y de civil.

La comunidad dice que él los puso en riesgo, ¿usted piensa lo mismo?
Pues lo que se ha dicho es que el general no debió obrar de esa forma, por eso para mí lo que pasó demuestra que el Ejército no tiene por qué estar haciendo esas labores sociales en las comunidades. Aquí cada uno que se dedique a sus verdaderos compromisos. Y las explicaciones de por qué el general acudió así a Las Mercedes las esperamos todos, hasta su misma esposa ha dicho que quiere que él le explique qué fue lo que pasó.

Como quien dice que el Ejército se dedique solo a combatir a los grupos ilegales…
Sí, que se dediquen a eso solamente.

¿Y esa tarea sí la están cumpliendo?
Pues yo mismo, incluso, le manifesté al general Alzate que en la población había mucha preocupación porque el conflicto armado seguía creciendo. Pero ellos insisten en que es muy difícil combatir a los grupos armados en una zona con una geografía tan compleja.

Lo cierto es que las estadísticas que tenemos en la Pastoral Social demuestran que el conflicto no se ha logrado detener y, al contrario, cada día está aumentando en esta región.

La presencia de los grupos armados en el Chocó ha sido histórica, pero lo que más preocupa es que la situación parece estar cada vez más grave…
Pues sí, es cierto que hoy no hay un panorama que diga que la situación de guerra está disminuyendo, al contrario, se dice que está aumentando. Pero nosotros seguimos trabajando con las organizaciones afrodescendientes e indígenas y sí tenemos la esperanza de que la seguridad algún día mejore.

¿Pero no hay un compromiso del Estado para que la situación mejore?
Hace falta mucho compromiso del Gobierno y, sobre todo, nos preocupa que la corrupción se siga llevando muchos recursos del departamento.

Y en Alcaldía, ¿usted también ve corrupción y negligencia?
La sensación que tiene la población es que sí hace falta más compromiso, pues en muchos casos no se ve la inversión social de las alcaldías y la misma Gobernación. En este momento no se confía en el Departamento como una fuente de superación de la pobreza, entonces, en general, hay mucho descontento.

Monseñor, ¿el hambre sigue siendo un verdugo del Chocó?
Sí, hay unas necesidades básicas insatisfechas, un déficit alimentario muy grave, aquí la calidad de vida es muy baja: la población no tiene salud ni acceso a los servicios públicos. En Quibdó, que es una de las 32 capitales del país, la población no tiene acueducto ni alcantarillado. Entonces la vulnerabilidad es muy grande.

El proyecto que lideró el general

¿En qué consistía esa Agenda 2020–2038 que promovía el General?
Esa es la propuesta que el Presidente quiso que las Fuerzas Militares adelantaran en esta región. Es una iniciativa del Gobierno Nacional que ejecuta el Ejército.

Tengo entendido que la agenda, que abarca diferentes temas sociales, ya se está construyendo; incluso a nosotros (la Iglesia) nos llamaron para que hiciéramos parte de ese comité, pero yo no acepté porque, como le he dicho, no me parece que el Ejército se encargue de esos proyectos.

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