En el paro de Chocó, Moreno Rodríguez moderó las conversaciones, acercó las posiciones distantes entre unos y otros y fue el medio a través del cual se comunicaban el Gobierno y los organizadores del paro.
Richard Moreno Rodríguez es un chocoano de 46 años, hijo de un histórico líder de comunidades negras y abogado con maestría en conflicto y paz.
El hombre que estuvo detrás de los acuerdos en los paros de Chocó y Buenaventura es el delegado de la Procuraduría en Chocó. Nació en un humilde pueblo a orillas del río Atrato y se forjó en las luchas de las comunidades negras siguiendo el ejemplo de su padre, Saturnino Moreno, fundador del Consejo Comunitario Mayor de la Asociación Campesina Integral de Atrato (Cocomacia), y de su madre, Manuela Rodríguez Mena, la cabeza de un hogar de nueve hijos.
Richard Moreno Rodríguez se dio a conocer en la vida pública el 29 de noviembre de 2016, cuando el Congreso en pleno refrendaba los acuerdos de paz de La Habana, luego de la derrota del plebiscito del 2 de octubre. Ese día, el recinto del parlamento quedó atónito ante el líder comunitario que le cantó la tabla a la Colombia urbana que se impuso en la jornada electoral que mató el primer acuerdo de paz. Su tono coloquial, de voz ronca y palabras sinceras, despertó a un recinto que caía en la modorra tras más de seis horas de intervenciones.
“El 2 de octubre, la Colombia urbana le dijo no al plebiscito y no al Acuerdo de Paz. Mientras que la Colombia rural, la que hemos sufrido 52 años de plomo, que hemos tenido en la nuca el fusil de las Farc, de los paramilitares y muchas veces de la Fuerza Pública, dijimos sí a la paz. Por eso hoy les digo que el Acuerdo hay que refrendarlo ya e implementarlo ya. Con eso nos quitan un día más de plomo”, expresó en tono de súplica Moreno desde el atril del Senado.
Sus palabras les llegaron hondo a algunos senadores y al comisionado de Paz, Sergio Jaramillo, que desde las cuentas de redes sociales de su oficina hicieron viral su intervención. Así llegó a las páginas de periódicos y las emisiones de los noticieros de radio y televisión. Tal vez eso llamó la atención del procurador recién posesionado, Fernando Carrillo, quien en febrero de 2017 lo nombró procurador delegado en Chocó. En ese momento, su vida le pasó por la cabeza como una película.
Sus correrías de infancia en Tanguí, una comunidad que pertenece al municipio del Medio Atrato, donde habitan poco más de 250 familias negras. Un pueblo que ha sufrido el desplazamiento por el fuego cruzado entre “paras”, guerrillas y Ejército. Pobre, olvidado, como cualquier rincón del Atrato, pero donde se funde el espíritu de lucha del pueblo negro que alguna vez rompió las cadenas de la esclavitud y dos siglos después luchó por los derechos de los territorios colectivos o el reconocimiento en la Constitución de 1991.
Esas luchas las vivió de niño, cuando su padre fundó una de las organizaciones afrocolombianas más fuertes del Chocó, o cuando lo vio jugado a fondo con Zulia Mena en el proceso constituyente de 1991 y posteriormente en la unidad legislativa de la primera mujer negra en ocupar una curul en el Congreso, como representante de comunidades afros. De Tanguí sacó la primaria y las ganas de pelear por los derechos de su comunidad.
En los años 80 se trasladó a vivir a Quibdó, donde estudió en el Gimnasio, un colegio que en ese tiempo era administrado por la Universidad Tecnológica del Chocó. Le seguía los pasos a su hermano mayor, quien trabajaba con la comunidad claretiana, y consiguió el apoyo para continuar sus estudios en Barranquilla. Entonces Richard se presentó a derecho en la Corporación Universitaria de la Costa (CUC). Con el apoyo de un padre claretiano se trasladó a la capital del Atlántico y, sumando lo conseguido haciendo rifas, pagó el primer semestre. Al siguiente ya estaba becado y así terminó la carrera.
Al graduarse como abogado regresó a Quibdó a trabajar en Cocomacia, su segundo hogar. Con su salario pagó una especialización en medioambiente en el Externado de Colombia y una maestría en conflicto y paz de la Universidad de Medellín. Mientras estudiaba, acompañaba los procesos jurídicos de líderes negros e indígenas, presentaba las tutelas de consejos comunitarios y fortalecía lazos entre diversas organizaciones del mundo afro. En ese transcurso trabajó con el Foro Interétnico Solidaridad Chocó, del cual fue coordinador, y el Consejo Afrocolombiano de Paz y la Comisión Étnica de Paz, que viajó a La Habana a trabajar el capítulo étnico del acuerdo final. Tanto se la ha jugado por este proceso, que se llenó de rabia y dolor con la derrota del Sí en el plebiscito y de ahí nacieron las palabras que dijo en el Congreso.
Con esta historia de lucha y superación, el procurador Carrillo lo nombró, sin saber que sería la ficha clave para destrabar las mesas de negociación que estaban estancadas en los dos paros más grandes que las comunidades de Chocó y Buenaventura hayan realizado en los últimos años. Las organizaciones que impulsaban las protestas lo solicitaron en la mesa por tratarse de un viejo compañero de batallas en el que podían confiar. Por eso, Carrillo puso a la Procuraduría como mediadora en las dos protestas, para que el Gobierno y los manifestantes volvieran a la negociación.
En el paro de Chocó, Moreno Rodríguez moderó las conversaciones, acercó las posiciones distantes entre unos y otros y fue el medio a través del cual se comunicaban el Gobierno y los organizadores del paro. Fue tan exitosa su gestión, que los organizadores de las protestas de Buenaventura le solicitaron al jefe del Ministerio Público incluirlo en el equipo para mediar con el Gobierno. Y así fue. Estuvo 72 horas dedicado de lleno a conseguir un preacuerdo. Objetivo que se logró el martes pasado y que le dio la tranquilidad para poder regresar a su casa, donde lo esperaban cinco hijos, la mayor de 16 años y la menor de tres.
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