Desde niña me enseñaron a dar las gracias a la madre tierra, al creador del universo, al sol, la luna, por todo lo que recibimos a diario, porque agradecer también es recibir. Hoy agradezco infinitamente a todas las personas que hicieron lo posible por llevar a cabo este viaje desde Colombia – Australia. Al IES (International Education Services), Wellbeing for Communities, Migrate Australia, a la Organización Nacional de los pueblos indígenas de Colombia- ONIC desde su Consejería de los Derechos de los Pueblos Indígenas, Derechos Humanos y Paz y a todos los que me acompañaron en esta experiencia. Gracias por darme la oportunidad de compartir mis pensamientos a través de la pintura y la palabra, para mí ha sido una de las mejores experiencias de mi vida, una experiencia que fortalece mi camino como artista, como persona y como mensajera de la voz de los pueblos indígenas.
Toda la masa oceánica del pacifico nos separa, muchas cosas diferentes, las plantas, las aves, los animales, (¡el olor de los koalas y canguros!), la naturaleza y su relación con el entorno, la experiencia es maravillosa, cada día ha sido una valiosa oportunidad para ampliar las fronteras, sobre todo las fronteras internas que a veces nos ponemos. El inglés no fue un obstáculo sino un reto para aprender a comunicarme y entender que hay muchas formas de expresar los sentimientos. El arte no necesita ser entendido con las palabras sino con las miradas, trascender a través del que observa y despertar la conciencia.
Soy mujer, soy indígena Kamëntsá, soy artista, y represento un legado milenario de amor y conciencia, soy un pueblo originario que pervive en su territorio, donde la naturaleza es parte de nuestro plan de vida, soy artista y encuentro en el lenguaje del arte la voz que logre elevar las voces de mis montañas, las voces de mis ríos, de mis abuelos, las voces calladas que han sido arrebatadas por la violencia contra mis líderes, las voces de los espíritus de mis ancestros que viven entre nosotros, mi voz atravesó el océano para traer los colores y la sonrisa del Pueblo Kamëntsá, y regresare a mi territorio llena de historias, de colores, de nuevos amigos, de magnificas experiencias, y sobre todo, de manos amigas para seguir defendiendo los legados culturales de los pueblos del mundo.
Esta exhibición de arte la he denominado “La voz de la Madre tierra” porque muestra un homenaje a la lucha de los pueblos indígenas por la defensa del territorio, territorio de vida, de abuelos que caminaron y dejaron huellas aclamando el cuidado de la tierra. Es un homenaje a mi comunidad Kamëntsá y a las mujeres que se han unido a la lucha, es un aporte al tejido de la memoria de los pueblos indígenas y un llamado a crear consciencia con el medio ambiente. Disfrutemos de la vida que nos da el planeta tierra, pero aprendamos a ser agradecidos, cuidemos de nuestro planeta para el presente y futuro de las nuevas generaciones.
«Muchas gracias desde el corazón»
Eliana María Muchachasoy Chindoy