Animamos y agradecemos a nuestros hermanos y hermanas consagrados en su misión de anunciar a Cristo el Señor, incluso ofrendando su vida, en su opción de entrega al Evangelio, en su servicio profético a los más pobres, en la construcción de la paz y en la defensa de la vida humana. Nos comprometemos a acompañarlos, con renovado empeño, en esa tarea común y los invitamos a hacernos uno en la enorme tarea por la paz en Colombia.
Mensaje de la CXIX Asamblea Plenaria del Episcopado
Medellín, 9 de julio de 2015
VENCE EL MAL CON LA FUERZA DEL BIEN (Rom 12,21)
1. Del 6 al 10 de julio, los Obispos colombianos nos hemos reunido en Medellín para orar y reflexionar, en espíritu de comunión fraterna, sobre las esperanzas y desafíos de la Vida Consagrada en nuestro país.
Animamos y agradecemos a nuestros hermanos y hermanas consagrados en su misión de anunciar a Cristo el Señor, incluso ofrendando su vida, en su opción de entrega al Evangelio, en su servicio profético a los más pobres, en la construcción de la paz y en la defensa de la vida humana. Nos comprometemos a acompañarlos, con renovado empeño, en esa tarea común y los invitamos a hacernos uno en la enorme tarea por la paz en Colombia.
2. Durante estos días, los Obispos hemos compartido nuestras experiencias pastorales y hemos reflexionado sobre la compleja realidad que vive hoy nuestra Patria. Como Pastores y hermanos, nos hacemos solidarios con el sufrimiento de las comunidades, personas y familias, que han sido víctimas de las acciones violentas de los grupos armados, particularmente de las FARC y del ELN.
Rechazamos esos hechos dolorosos e invitamos a los violentos a reflexionar sobre estas crueles acciones y a asumir su responsabilidad en las mismas. Tales actos no sólo han tenido consecuencias para la sociedad y el medio ambiente sino que han minado profundamente la confianza del pueblo colombiano en los diálogos y en la voluntad de los grupos armados al margen de la ley de buscar una salida negociada al conflicto.
¿Cómo hacer creíbles los esfuerzos de paz que se desarrollan en La Habana ante tantas muestras de crueldad y violencia? Se requieren gestos valientes y audaces en el camino de la reconciliación y la paz. Más allá del anuncio de un cese temporal de sus acciones violentas, el pueblo colombiano clama por un compromiso de las FARC y el ELN de un cese definitivo de hostilidades. Invitamos al Estado a favorecer las condiciones para alcanzar este propósito, y por otro lado, proponer una pedagogía que permita a todos comprender el alcance de esta negociación. Alentamos a la sociedad civil a vencer la desesperanza y la apatía. Todos tenemos el derecho y el deber de ser constructores de paz. La Conferencia Episcopal de Colombia ratifica su convicción y su apoyo a la salida negociada del conflicto armado.
3. Constatamos el surgimiento de nuevas formas de violencia y de conflicto asociadas, entre otras, a la explotación de recursos naturales y la generación de energía cuando no se actúa en el marco de la legalidad o con la necesaria responsabilidad ambiental y social. Unidos a la voz del Santo Padre Francisco, hacemos un nuevo llamado al Gobierno nacional y a la Comunidad internacional para que se atiendan las exigencias de las comunidades afectadas y se tomen medidas oportunas para dar respuesta a la crisis ecológica que hoy afecta a nuestra Nación.
4. Sentimos la angustia de muchos colombianos, especialmente de los más pobres, que padecen las consecuencias de la profunda crisis del sector de la salud. Reiteramos nuestro rechazo a las decisiones de los Órganos del Estado que atentan contra la dignidad y contra los derechos fundamentales de la persona humana, a través de la promoción del aborto y de la eutanasia, lo mismo que los atentados contra el matrimonio y la institución familiar a través de la equiparación de las uniones homosexuales a la familia y la promoción de la adopción de menores por parejas del mismo sexo.
5. Consideramos que éstas y muchas otras manifestaciones como la marginación y la pobreza, la corrupción, el narcotráfico, el accionar creciente de las bandas criminales, la ambición desproporcionada de poder y de dinero, la violencia intrafamiliar, nos hablan de un país éticamente enfermo a causa de la pérdida progresiva de los valores cristianos y humanos, que necesita una profunda educación y una sólida evangelización. Es necesario reconstruir la estructura moral y los valores espirituales de nuestra nación.
6. Estos signos no deben hacernos desfallecer. Deben animarnos la esperanza cristiana y la convicción de que sí es posible derrotar el mal con la fuerza del bien (cfr. Rm 12, 21). A todos nosotros, los colombianos, corresponde trabajar unidos para construir esa patria justa, reconciliada y pacífica que tanto anhelamos. Ese es un compromiso de todos. Cono nos ha dicho el Papa: ¡no nos dejemos robar la esperanza!.
En muchas ocasiones la Iglesia ha hecho una invitación a la paz; ahora la reitera con fuerza: ¡Es la hora de la paz! El diálogo, el perdón, la reconciliación y la justicia son el camino para la paz.
7. Estamos llamados, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, fieles laicos, e instituciones y todos, hombres y mujeres de buena voluntad a realizar acciones de reconciliación, perdón y paz. Todos debemos ser artesanos de la paz.
8. Invitamos al pueblo colombiano a intensificar, en este momento, su oración por la paz y a dar el paso por la reconciliación, Cristo es nuestra paz (Cf. Ef, 2,14). La Semana por la Paz, del 6 al 13 de septiembre, es un tiempo propicio para este fin. El Señor nos bendiga y nos acompañe y Nuestra Madre, la Virgen del Rosario de Chiquinquirá, a todos nos conceda su protección.
+ Luis Augusto Castro Quiroga
Arzobispo de Tunja
Presidente de la Conferencia Episcopa de Colombia