Buenaventura, la ciudad colombiana que se ha convertido en una carnicería humana

Las conversaciones de paz entre el Gobierno colombiano y las FARC, el grupo guerrillero con el que se ha enfrentado en los últimos 50 años, marchan por buen camino, pero hay síntomas que muestran que lograr la estabilidad y el control en el país va a ser un proceso muy duro y largo, pase lo que pase en estas negociaciones. 

Un buen ejemplo de esto es Buenaventura, una ciudad de casi 300.000 habitantes que se ha convertido en una pesadilla para sus habitantes. Allí los grupos criminales de la droga se han hecho con el control y tienen sometida a la población a un régimen en el que el miedo y la desesperación forman parte del día a día.

Las barbaridades que se cometen en esta localidad, ante la impotencia de las autoridades, son de sobra conocidas por los colombianos. Reclutamiento de niños para trabajar en la droga, extorsión a las empresas o obligar a los ciudadanos a huir de su hogar son algunas de las consecuencias naturales de vivir en Buenaventura, pero son sin duda las llamadas ‘casas de pique’ lo peor que te puede llegar a pasar.

Se trata de cabañas de madera, asentadas sobre la bahía, que han sido tomadas por los criminales, tras escapar sus inquilinos originales, y son usadas para la tortura, el dolor y el asesinato. En ellas desmembran a las personas que han atrapado y después esparcen las partes por el agua o por la selva.
Buenaventura es el principal puerto colombiano en el Pacífico (Getty)
buenaventura es el principal puerto colombiano en el Pacífico (Getty)

A veces se recuperan algunos restos que pueden dar constancia de a quién pertenecían, pero en la mayoría de las ocasiones se desconoce el destino de esas personas que tuvieron la mala suerte de cruzarse con estos grupos.

Estas milicias, formadas por los intentos hace más de una década del Gobierno por construir cuadrillas que se enfrentasen a las guerrillas de izquierda, fracasaron y desde 2003 muchos fueron desmovilizados, sin embargo hubo otros que no solo no abandonaron las armas, sino que decidieron unirse a estas nuevas bandas criminales que tienen en el tráfico de drogas su razón de ser y de negocio.

Una mujer, que se identificó a sí mismo como Luz Dary, contó a The Guardian la tremenda historia de su sobrino de 19 años, desaparecido hace un año y cuyos restos fueron encontrados en los manglares.

“Solo tenían el torso y fueron capaces de reconocerle por la cicatriz de una quemadura que tenía y que le cubría todo el lado izquierdo”, confiesa.

Casos como este son habituales, de hecho normalmente no se suelen encontrar restos. Los grupos son muy cuidadosos en el trabajo que hacen y se preocupan mucho de hacer desaparecer los cadáveres sin dejar rastro. De hecho, este año se sabe de 22  personas desaparecidas y solo se ha encontrado a dos; uno de ellos estaba con vida y el otro desmembrado.

“Lo más probable es que hayan sido cortados en demasiados pedazos. Solo nos enteramos de una pequeña parte de las desapariciones”, asegura un fiscal.

A pesar de que el Gobierno ha reforzado la zona con nuevos efectivos y tiene planes de desarrollo de las infraestructuras, no parece fácil acabar con unos criminales que se han hecho con el poder de Buenaventura y que no están dispuestos a soltarlo.

Colombia tiene todavía por delante un trabajo inmenso antes de poder afirmar con claridad que la paz ha llegado por fin al país y lo ha hecho para quedarse.

JAVIER TAEÑO (THE GUARDIAN)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.