Nos propusimos plantear en esta revista las conferencias sobre los acuerdos de desarrollo rural y de parti cipación política, efectuadas en el marco de los encuentros regionales para la paz, de tal forma que se abra un debate en torno a los acuerdos desde la perspectiva étnica y territorial. Al mismo tiempo, hicimos un análisis de la realidad que viven dos regiones: el Chocó y la costa Pacífica de Nariño. Pues no podemos perder de vista que los acuerdos se deben mirar desde una óptica de guerra, que se sigue adelantando en el país. Pero también de derechos, pues mucho de lo que sucede en el Pacífico no pasa por la influencia de la guerrilla, sino por un Estado que no cumple su deber de proteger, respetar y promover los derechos humanos, y en parti cular, los Derechos Económicos, Sociales, Culturales y Ambientales de los pobladores del Pacífico.
Contextos del Pacífico y diálogos de La Habana
Desde hace cerca de dos años Colombia está presenciando unos diálogos de paz entre las FARC y el gobierno Santos. Lo que parecía un sueño lejano, y a pesar de los detractores y los ataques permanentes de lado y lado, se respira en buena parte de la sociedad civil colombiana aires de una firma inminente para la paz.
Por lo tanto, desde la Coordinación Regional del Pacífico, creemos que debemos prepararnos desde ya para esa nueva etapa llamada postconflicto. Pero de cara a la realidad. Del lado de las organizaciones etnicoterritoriales y de sus derechos adquiridos, tales como el ordenamiento territorial, la consulta previa, entre otros. No vaya a ser que en medio del “alborozo” se legitimen prácticas que han sido nocivas para el desarrollo propio del Pacífico o etnodesarrollo, tal como la economía extractivista sustentada en la locomotora minera y en los megaproyectos que han borrado la presencia ancestral de las comunidades del Pacífi co.
Es hora de movilizarnos de manera pacífica en el Pacífico con una voz fuerte y segura. Sin amagues ni contradicciones. El proceso de paz no puede ser ajeno a las expectativas que por tantos años han tenidos las comunidades afrocolombianas e indígenas, las cuales se han resumido en las aspiraciones territoriales, en el respeto a su cultura y en sus planes de vida y de etnodesarrollo.
En consecuencia, urge leer la realidad actual para ir consensuando esas propuestas que deben ser escuchadas en los diálogos regionales de paz. Diálogos que son necesarios exigir a las partes en negociación por ser Colombia un país de regiones.
Ya hay acuerdos sustanciales. Pero necesitamos conocerlos. No se puede refrendar lo que no se conoce. Y más enfático es en estos momentos en que el Pacífico colombiano sigue sufriendo una de sus peores crisis humanitarias e institucionales. Tal vez por ello, el lector se puede sorprender de que saludemos los diálogos de paz en medio de las continuas violaciones de los derechos étnicos y la territorialidad de las comunidades del Pacífico.
El director de la Coordinación Regional del Pacífico, Leyner Palacios Asprilla, una de las víctimas de la masacre de Bojayá, fue unas de las personas escogidas para representar a sus pares en esos diálogos. Y su narrativa es de optimismo moderado porque vio el compromiso de los negociadores por la firma de los acuerdos de paz.
También enfatiza en que es deber de la sociedad civil, pero en especial de las organizaciones etnicoterritoriales y de la Iglesia del Pacífico, buscar espacios deliberativos con el Estado colombiano y las FARC para que sus propuestas sean tenidas en cuenta.
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