Un nuevo paro cívico ya ha sido convocado para el 10 de mayo por el abandono del Chocó cuya capital vive un pequeño boom de megaproyectos que prometen el desarrollo en la ciudad más pobre del país.
El carro lo intenta hasta tres veces. Imposible. Subir esta loma de piedras sueltas y cráteres horadados por las intensas lluvias del Chocó no es viable para un buen vehículo sin doble tracción. Estamos en una calle cualquiera de Quibdó. En zona urbana, entre los barrios de La Esmeralda y Las Américas, tratando de llegar al aeropuerto ‘reinaugurado’ por el presidente Juan Manuel Santos hace apenas unas semanas -también lo reinauguró Álvaro Uribe. Otros lo hicieron antes de él-. Mientras este carro modelo 2015 da media vuelta, derrotado, la viceministra de cultura y ex alcaldesa de Quibdó, Zulia Mena, presenta el proyecto de recuperación del Teatro César Conto Ferrer. Lo hace en el auditorio con aire acondicionado de Comfanchocó en el barrio Zona Minera.
La recuperación es, en realidad, la reconstrucción de un teatro olvidado por todo el mundo hace 21 años. Ahora, el Ministerio de Cultura se alía con la emisora W y con su ícono, Julio Sánchez Cristo, para que Quibdó vuelva a tener un teatro. El agradecimiento será eterno, siempre que no se mire a los lados del teatro -de momento- prometido.
Lo que el presidente Santos hizo el 7 de marzo fue inaugurar, en realidad, un reacomodo del aeropuerto: una sala de embarque más grande, dos cintas de equipaje en lugar de una. El aeropuerto El Caraño sigue sin los equipos de navegación necesarios y la palabra puntualidad quedó en ruinas, como el teatro César Conto Ferrer. Quibdó es uno de los destinos aéreos más costosos del país, lo que no sería terrible si las dos carreteras que conectan la capital con el resto del país no fueran pruebas de supervivencia aptas para un público restringido: el que no tiene la plata para el avión. Santos, acompañado de su ex vicepresidente, inauguró una pista de aterrizaje ampliada en 300 metros que, con suerte, estará habilitada a finales de abril. Claro, que más fiado se lo vendieron a la cabecera de Tadó, donde la dupla inauguró unas obras en el precario acueducto que no funcionarán, si los plazos se cumplen, hasta final de año. Tampoco tuvieron suerte las personas desplazadas en Istmina que, ese mismo 7 de marzo, asistieron al acto de entrega de 100 viviendas de mano del mismísimo presidente. Unos días después, el personero de la segunda ciudad del Chocó escribió a Santos informando que las viviendas son inhabitables, que no están terminadas, y que los desplazados no tienen plata para terminarlas.
Los incumplimientos del Gobierno no son asunto nuevo. En noviembre de 2014, la entonces ministra de Educación, Gina Parody, inauguró el Megacolegio MIA, unas instalaciones previstas para 4.500 estudiantes y que ahora reciben a poco más de mil porque la segunda fase nunca fue terminada. El esqueleto inacabado de esta promesa se levanta al pie del Parque Manuel Mosquera Garcés como una señal de alerta a la memoria de los quibdoseños.
Hoy, en abril de 2017, los publicitados actos de Santos y Vargas Lleras no han podido tapar los incumplimientos sangrantes de los acuerdos a los que llegó el Gobierno tras el paro cívico del Chocó a finales de agosto de 2016. Por eso, hoy, como en el “día de la marmota”, el Comité que llamó a la ciudadanía a movilizarse entonces, vuelve a convocar un paro cívico para el 10 de mayo. Todo sigue igual y no parece que la ampliación de la pista del aeropuerto, los acueductos potenciales o las viviendas sin ultimar sean paliativos para el 90,46% de la población de Quibdó que, según el DANE, tienen sus Necesidades Básicas Insatisfechas o para el 28,85% que, según la misma institución viven en la “miseria”. En la capital del departamento, el 89% de la población no tiene acceso a los servicios públicos básicos. El diario El Colombiano de Medellín publicaba una reportaje sobre la grave situación del departamento y, al hablar de su capital, aseguraba que “en Quibdó hay disputas territoriales entre pandillas. Asesinatos selectivos, desaparecidos. Los civiles sufren pero las autoridades parecen no percatarse”. Se refería el diario al clima de inseguridad y a la disputa territorial que ha desbordado los complejos y abandonados barrios del Norte denunciada hasta la saciedad por el obispo de Quibdó, Juan Carlos Barreto.
Comercio antes que personas
No sólo de inversión pública se alimenta la ficción de desarrollo en Quibdó. Está previsto que en la segunda mitad de 2018 se inaugure el Parque Comercial Cabí, una iniciativa privada que promete el acceso a la modernidad: salas de cines -un arte que sólo fluye por internet en Quibdó-, casino, juegos infantiles, supermercado y 152 locales comerciales. El anuncio del proyecto se hizo… en Medellín, la capital del departamento de donde procede el grueso de los comerciantes que manejan la precaria economía de Quibdó.
Cabí se anuncia en la nueva sala de embarque ampliada inaugurada por Santos en el aeropuerto. Frente al aeródromo, conectado por un puente peatonal aún cerrado al público está el que será el primer centro comercial de la ciudad, al que la concesionaria privada de El Caraño y promotora del proyecto ha puesto el evocador prefijo de “centro de servicios”. Pegado a centro se termina de construir una biblioteca pública que ha sido la “compensación” estética exigida a los promotores que ultiman las obras de esta mole que irrumpe en una ciudad de viviendas precarias y abandono. “Debe ser que quieren que de la biblioteca pasen a comer hamburguesas”, ironiza una quibdoseña al referirse a la ubicación de esta infraestructura cultural pública construida con recursos privados: lejos de casi todo en Quibdó y al final de una soleada, despoblada y extensa avenida (de casi 1 kilómetro de sol o lluvia). Según el alcalde de Quibdó -que enfrenta un proceso de revocatoria-, gracias al “centro de servicios” centro comercial El Caraño y a sus 86 locales comerciales, a su gran supermercado y a sus 4 salas de cine, “nos volveremos más competitivos y llegará más desarrollo”. El desarrollo llega en avión, aunque quien de momento ya calcula el beneficio es el aeropuerto Olaya Herrera de Medellín. Su gerente, Jesús Alberto Sánchez, recuerda que El Caraño es operado por la misma concesionaria, “por eso, todo lo que favorezca a los aeropuertos que administra Airplan es beneficio económico para nuestro aeropuerto y por ende para el Municipio de Medellín, que es dueño del establecimiento público”. El ‘desarrollo’ de Quibdó llegará, una vez más, a Medellín.
Al pie del Atrato hay un enjambre humano que huele a chontaduro, a borojó, a pescado y a verduras. El hervidero del mercado sobrevive más en la calle que en la deteriorada construcción pública. En todo caso, tiene sus días contados. El carismático fotógrafo local El Murcy anda documentando momentos de un lugar icónico de Quibdó que será sustituido por un puerto, una de esas megainfraestructuras prometidas por el poder. “¿Y dónde van a reubicar el mercado?”. En ningún sitio, explica una periodista local: “No hay plata ni proyecto… yo no sé dónde van a meter a ese mundo de vendedoras”. El proyecto del nuevo Malecón de Quibdó ya fue adjudicado en septiembre de 2017 y promete -en una inmensa valla al pie de los comerciantes informales- una inversión de 11.823 millones de pesos y dos años de obras para tener un muelle con edificio, ciclovía y mobiliario urbano. En el render de la obra, la ciudad que mira al Malecón aparece en volúmenes que ocultan la precariedad de la misma.
Lo importante, en todo caso, parece ser anunciar el “desarrollo”. El alcalde de Quibdó, Isaías Chalá, presume estos días de un acuerdo con el club de fútbol América de Cali para rehabilitar la polvorienta y triste cancha de Chipi Chipi. Es una de las cuatro abandonadas canchas de fútbol públicas de la capital del Chocó. Es de tierra, es, en realidad, un hueco entre casas en pleno centro de la ciudad y, sorpredentemente, de ahí salieron jugadores como Jackson Martínez, Carlos La Roca Sánchez, Luis Ernesto Rojas o Wason Rentería. Ahora el América quiere instalar allí una escuela deportiva y vender sus productos. Antes, deberá transformarse en una cancha sintética. El proyecto, anunciado por Chalá en Cali, a unos 500 kilómetros y mil obstáculos físicos de Quibdó, no tiene presupuesto ni plazos conocidos pero, según el alcalde, trae la “modernización” y alejará a los jóvenes de la violencia.
No son tan optimistas los voceros del Comité Cívico que afirmaban en un medio local que “la situación del Chocó se agrava en todos los aspectos. La corrupción campea en todas las entidades públicas, crecen los asesinatos, desplazamientos, confinamientos, aumentan la pobreza y los abusos en las tarifas de energía. Estamos muy indignados”.
Tampoco sienten avance los ciudadanos, que han tenido que ver en sus Whatsapp (el medio de comunicación más generalizado en Quibdó) la amenaza de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia anunciando “limpieza social” en 18 barrios de la ciudad y lamentando las posibles “víctimas inocentes” que dejen en el camino. “La amenaza ya lleva días materializándose con algo más de 200 hombres que han entrado a los barrios y reunido a la gente ofreciendo una protección que nadie les ha pedido. En realidad están copando los espacios dejados por los milicianos de las FARC”, explica un líder social que guarda su nombre para tiempos menos convulsos y que cree que, por muchas infraestructuras que se construyan, Quibdó no entra en el radar del Gobierno. “La gente aquí crea, inventa, sobrevive, pero no es justo que nos traten así. Prometen y mienten. Eso es lo que hacen siempre”.
Paco Gómez Nadal