Por primera vez, el censo de cultivos de coca en Colombia que realiza la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, UNODC, incluye un monitoreo de minería a cielo abierto, con énfasis en oro. Este tema lo ha venido analizando la FIP, que en el siguiente estudio se centra en la capital del Chocó, donde el auge del oro coincide con el aumento de homicidios desde 2012.
Durante los últimos años, la Fundación Ideas para la Paz ha puesto especial atención en las dinámicas criminales del Pacífico y ha hecho un seguimiento minucioso sobre la evolución de las bandas criminales. Ahora pone el foco en Quibdó para indagar qué ha pasado recientemente sin perder la perspectiva de lo que ocurrió en el pasado y sin dejar de lado las dinámicas rurales.
Quibdó registró en 2012 un aumento inusitado de sus homicidios hasta el punto que su tasa superó en más del doble la de Buenaventura y en 2014 se situó a menos de diez puntos por debajo de la de Tumaco, a pesar de estar 77 puntos atrás, tres años antes. Aunque es cierto que Tumaco y Buenaventura han venido mostrado descensos importantes, las cifras de Quibdó no son para nada bajas, pues en 2012 superó el promedio del país en más del doble y en 2013, cuando registró la tasa más alta de sus últimos 25 años, lo superó en más del triple.
Quibdó también superó el promedio de homicidios de los departamentos con acceso al Pacífico desde 2012. Hay que tener en cuenta que Nariño, Cauca, Valle y Chocó han visto aumentar sus índices de homicidios desde finales de los noventa en estrecha relación con la entrada del narcotráfico y más recientemente (sobre todo Chocó) con la del oro. Desde 2013, Quibdó también supera el promedio del Valle, uno de los departamentos más violentos por tradición.
Este análisis de Quibdó evidencia que el aumento significativo de los homicidios en 2012 y 2013 está directamente relacionado con el auge del oro, aunque hay otros factores secundarios como el narcotráfico, la explotación de madera, la extorsión al comercio, el expendio de droga al menudeo y el reclutamiento. En cambio, los homicidios de Buenaventura y Tumaco, altos desde finales de los noventa, tienen una asociación más estrecha con el narcotráfico. Buenaventura también ha aumentado su producción de oro pero en 2013 fue entre cuatro y cinco veces menor a la de Quibdó.
A diferencia de Tumaco, en donde el principal determinante es la coca, en Quibdó la dinámica criminal tiene una relación más estrecha con las rentas derivadas del oro.
La producción de oro en Quibdó, que crecía levemente desde 2001, se incrementó significativamente a partir de 2012 (pasó de 337.832 g. en 2011 a 2.179.004 g. en 2011). Se suma que en varios municipios del Chocó la producción de oro también ha aumentado. Nóvita, Unión Panamericana e Istmina se sitúan con frecuencia por encima de Quibdó tanto en producción de oro como en tasas elevadas de homicidios. También hay mucha producción en Tadó, Sipí, Cantón de San Pablo, Medio Baudó, Condoto y Medio Atrato.
El segundo hallazgo es que las disputas en torno a las rentas del oro se generaron en un escenario de debilitamiento de Los Rastrojos y de avance de Los Urabeños, que se aliaron con la Organización Renacer, también relacionada con la economía del oro.
Un tercer hallazgo es que la coca no es el determinante principal de la violencia en Quibdó. Los cultivos son irrisorios comparados, por ejemplo, con los de Tumaco. Y a pesar de comunicar el interior del país con el Atrato, este no es un factor relevante para explicar el aumento de la violencia reciente. En esencia, no se han producido disputas marcadas por el dominio de este corredor en los últimos años. Tanto la presencia de bandas criminales en la capital chocoana como su relación con el narcotráfico, son innegables, pero la disputa no está relacionada con esta actividad.
Mientras las guerrillas y especialmente las FARC extraen excedentes del oro en lo rural, las bandas criminales hacen lo propio en lo urbano.
La investigación también establece que mientras las guerrillas y especialmente las FARC extraen excedentes del oro en lo rural (minas, entables y ríos), las bandas criminales hacen lo propio en lo urbano. Aprovechan a Quibdó como centro de compra de oro, para financiar la explotación de este metal, el lavado del narcotráfico y la corrupción que permita la explotación sin licencia.
La FIP también encontró que la fuerte presencia de las FARC en lo rural, no excluye lo urbano. Su incidencia no explica la mayoría de los homicidios en el casco urbano pero es indiscutible que tiene cierta influencia. Las FARC tienen enlaces urbanos y se dedican a la extorsión. Esto sugiere que lo urbano es un espacio privilegiado para desviar rentas del oro pues ahí se condensa la compra y venta, el lavado del narcotráfico y en general, las finanzas en torno al oro.
Llama la atención, en el caso de Quibdó, la articulación entre la violencia rural pasada y la violencia urbana reciente, que ocurre en los barrios y en su mayoría es determinada por las bandas criminales. Esto tiene que ver con la urbanización del municipio en los últimos 25 años. Si en 1990 la población rural alcanzaba más del 40%, en la actualidad no llega ni siquiera al diez. Esta migración campo-ciudad responde, principalmente, a olas de desplazamiento por la violencia en el departamento, ya sea de alguna de las guerrillas, de grupos paramilitares o de bandas criminales. Estos desplazados, en su gran mayoría, se ubican en la periferia y muchos de los barrios que hoy tiene Quibdó han resultado de esas invasiones, en especial en los extremos norte y sur de la ciudad.
El escenario urbano de Quibdó es complejo ya que no se ha configurado, solamente, al ritmo de los desplazamientos rurales. En sus barrios se han asentado reinsertados, desmovilizados, enlaces de las guerrillas, los paramilitares y las bandas criminales. Estas dinámicas han dado origen a ‘combos’ delictivos de jóvenes, aumenta el consumo y el expendio de droga, así como el reclutamiento. Quibdó, entonces, se vuelve objetivo de las organizaciones armadas porque ahí se construyen las redes criminales.
No hay que olvidar el pasado
Las dinámicas criminales y del conflicto armado han tenido especial impacto en el Pacífico desde la segunda mitad de los años noventa. Con ocasión de la irrupción de los cultivos de coca y el narcotráfico estas dinámicas intensificaron su arraigo. Guerrillas, paramilitares y más recientemente las bandas criminales son un patrón en esta región, independientemente de la ruralidad o no de los territorios.
El Valle, Nariño, Cauca y Chocó han resultado especialmente afectados. En un principio, entre finales de los noventa (1999) y comienzos del nuevo milenio, en Buenaventura y Tumaco se registraron intensas disputas entre paramilitares y guerrillas por la llegada del narcotráfico, que afectaron zonas rurales y urbanas. Quibdó alcanzó a superar en tasas de homicidios a Buenaventura y Tumaco en 1997 y 1998, alentado por la violencia paramilitar que llegó desde Antioquia y cuando no se habían dinamizado en los otros dos municipios. Pero después de 1999, cuando definitivamente el narcotráfico se tomó buena parte del Pacífico, los otros dos municipios le cogieron una amplia ventaja a la capital del Chocó.
En lo posterior, la violencia en el Pacífico se elevó a niveles muy altos y ha persistido hasta el presente. La desmovilización de los paramilitares no trajo, en principio, efectos favorables. Incluso la violencia adquirió un nuevo impulso dinamizada por el narcotráfico. La presencia de las FARC y el ELN se mantuvo, y sucesivas disputas entre bandas criminales han dibujado un escenario muy difícil de descifrar y superar. Mientras la violencia homicida ha registrado disminuciones significativas en el promedio nacional, en el Pacífico ha mantenido niveles muy altos. Esto ha ocurrido particularmente en un número reducido de municipios, entre ellos Buenaventura y Tumaco.
En los últimos seis años, en un escenario en donde el narcotráfico no cede a pesar de que ha sido golpeado, nuevos patrones se han configurado en el Pacífico. Y uno de ellos es el auge de la explotación de oro. Por muchos años, Antioquia y Bolívar ocuparon los primeros puestos en producción de oro, pero entre 2007 y 2011 la producción creció más de 15 veces en el Chocó.
En Cauca y Nariño se triplicó entre 2008 y 2009 y en el segundo creció más de diez veces entre 2011 y 2012. Sin embargo, en 2013, ambos producían aproximadamente diez veces menos que Chocó que se situó en los mismos niveles que Antioquia y en los últimos años le disputa el primer lugar a nivel nacional.