Un NO a las víctimas

A la pregunta ¿Aprueba usted el Acuerdo Final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera? el resultado fue NO, con una diferencia de 53.894 de votos sobre el SÍ, un escaso margen de 0,021%, que a decir de los estadísticos es un empate técnico. Sin embargo, esa pequeña cuantía hizo posible que la conclusión es que no se apoya la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera.

Era eso lo que se preguntaba, no si el gobierno de Santos era bueno o malo, o si se prefería a Uribe en lugar de Santos, pero para poder responder a la pregunta del plebiscito era necesario conocer los términos de ese Acuerdo Final. La compaña por el NO se basó en la afirmación de una serie de mentiras e imprecisiones mal intencionadas sobre los contenidos de este Acuerdo, mentiras sobre la supuesta impunidad, o sobre la “entrega del país a la guerrilla”, o que se le iba a quitar parte del sueldo a los pensionados para financiar la aplicación del Acuerdo. Nunca se vio una argumento basado en la verdad de lo que implica un proceso de negociación de paz, y no una rendición o sometimiento, pues la guerrilla no fue derrotada.

Por su parte, los medios masivos de información dieron rienda suelta a que se propagaran esas y todas las demás mentiras sobre el Acuerdo Final, afirmando una supuesta “neutralidad” u “objetividad”, cuando el deber del periodismo es presentar diversos puntos de vista pero a partir de argumentos basados en hechos o realidades y no para propagar mentiras, por lo tanto no informaron, sino que desinformaron, no hicieron pedagogía de paz, sino que sembraron continuamente confusión.

Otros sectores se dedicaron a fortalecer tales mentiras y a alimentar otras más, como aquella según la cual el Acuerdo Final era para “propagar el marxismo” y la supuesta “ideología de género”, como claramente se evidenció en muchos templos católicos de Medellín y demás municipios de Antioquia. Con lo cual esos guías religiosos, elogiados en el discurso de Uribe, al cierre de las votaciones del 2 de octubre, (al afirmar que ellos “defendían los valores de la familia”) negaron el principio evangélico de proclamar la Verdad y le dieron la espalda a las víctimas que en diversas ocasiones se habían pronunciado a favor del perdón, la misericordia, con la esperanza de la reparación. Típico comportamiento del sacerdote de la parábola del “Buen Samaritano”, quien  ante la víctima “la mira, da un rodeo y sigue su camino”, con lo cual le dieron la espalda a la víctima que consagran todos los días en la eucaristía, pues el resucitado es el símbolo de las víctimas condenadas injustamente.

El NO se impuso olvidándose de las víctimas, con la indiferencia ante el dolor, con la bofetada a la esperanza de quienes durante este período de Diálogos de Paz empezaron a sentir los efectos de la tranquilidad. Eso me lo dijo un indígena embera de Bojayá el pasado 29 de septiembre, quien afirmaba “hay que votar por el Si porque ya no nos están atropellando, ya el Ejército confía en nosotros, ya no hay aviones sobre nuestra comunidad, ya podemos ir y venir tranquilamente al pueblo, sin que nos detengan en el camino”.

Mucha gente pregunta: “¿y ahora qué hay que hacer?”, ante lo cual considero que lo primero es solidarizarnos una vez más con las víctimas, con todas, pues justamente muchas de las que fueron atacadas por las FARC, como en Bojayá, han sido generosas para la reconciliación basada en la verdad, justicia, reparación y no repetición. Los 6.377.482 que votaron por el SÍ reafirman el mandato dado al presidente Santos de lograr la paz.

Además, hay que hacer que el “Acuerdo Final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera” comience a implementarse, pues muchos de sus puntos son obligación del Estado. Para lo cual se ha de convocar a todas las organizaciones y movimientos de víctimas, a los movimientos agrarios, a los pueblos indígenas y afrocolombianos y organizaciones sociales y al resto de ciudadanos que votaron respaldaron el SÍ a unas acciones sistemáticas de exigibilidad y cumplimento de al menos los siguientes puntos del acuerdo.

En concreto hay que poner ya en marcha el punto 1 (“Hacia un nuevo campo colombiano: reforma rural integral”), pues en él está consignado la creación del fondo de tierra para los campesinos que no tienen tierra o que no cuentan con suficiente; se debe fortalecer el proceso de restitución de tierras a quienes se las han despojado, y hay que formalizar la propiedad de la tierra de quienes la poseen pero no la tienen titulada. Toda esta organización de la propiedad de la tierra a favor de los campesinos se debe acompañar a la par de lo que señala el acuerdo sobre los “Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial”.

Se puede y debe poner en marcha el punto 2 sobre “Participación Política”, pues hay que ampliar las garantías para una auténtica ampliación de la democracia a los movimientos sociales y a los partidos de izquierda y a la oposición en general.

La reparación integral a las víctimas, del punto 5, se debe acrecentar, empezando por la garantía al derecho a la verdad, para que se identifiquen todos los responsables de sus atropellos.

Se debe realizar el plan de ataque frontal al comercio de narcóticos, con las medidas judiciales allí señaladas, en el punto 4, al igual que la persecución a la corrupción estatal que permite la existencia de este negocio ilegal.

El estrecho margen con el que ganó el NO en ningún momento debe ser un impedimento para que estos componentes de carácter social, que benefician a los campesinos pobres y expoliados, a las víctimas y a las organizaciones sociales y comunitarias, que forman parte del Acuerdo Final los ponga en marcha el Estado colombiano, pues eso no es nada más que cumplir con la Constitución, la Ley y los Pactos internacionales de Derechos Humanos, Económicos, Sociales y Culturales.

¿O es que los promotores del NO, que ganaron a base de mentiras, podrán negar que todo esto está escrito en el Acuerdo Final? Claro, no lo pueden negar, pues lo que sí es evidente es que no están de acuerdo con esos beneficios para el campesinado y los movimientos sociales.

Se requiere poner en marcha el punto 3, el del “Fin del conflicto”, con las garantías de seguridad y participación política para los futuros excombatientes pues, de no ser así, lo que ganaron los del NO es la definitiva continuación de la confrontación armada, con su amplia estela de nuevas víctimas. El presidente tiene el mandato constitucional de lograr la terminación de esa máquina de producción de víctimas.

Por eso era necesario decir SI, pues ante todo se trataba del deber ético de salvar vidas, de ahorrarnos víctimas y de no profundizar las condiciones para que estas se multipliquen, mientras los promotores, y muchos de los sufragantes del NO, mirarán por la televisión el dolor de las nuevas víctimas, mientras se siguen haciendo fríos cálculos políticos para las siguientes elecciones. Ya lo dijo Uribe en una de sus alocuciones en la radio: “es mejor demorarnos otros 20 años más negociando”, pero a sabiendas que se dialoga en medio de la guerra.

Por: Jesús Alfonso Flórez López
http://colombiaplural.com/no-las-victimas/

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