Obispo de Quibdó: No es un asunto de limosnas!

No es un asunto de limosnas

 

*Por: Juan Carlos Barreto B. Obispo de Quibdó

 

Son múltiples las preocupaciones que tenemos mientras aumenta en Colombia el número de personas contagiadas con el coronavirus. Además de las afectaciones en la salud física y mental, sufrimos los efectos sociales de las nuevas circunstancias, y sin duda alguna, el tema de los recursos económicos es de particular gravedad.

Algunas personas, incluidos funcionarios del Gobierno Nacional, se aventuran a dar cifras que pueden resumir el impacto financiero. Se calcula, por ejemplo, entre $12 y 15 billones el costo de las afectaciones a la economía nacional. Realmente estas cifras son solo puntos de referencia, porque aún no sabemos la duración y las consecuencias de la crisis.

La pregunta de fondo consiste en saber de dónde saldrán los recursos necesarios. Mientras el gobierno prepara medidas y las comunica oficialmente, algunos sugieren que el dinero se tome de las regalías a los entes territoriales. Otros creen que hay que disminuir la inversión social prevista en el presupuesto nacional. Es posible que en algún porcentaje, se puedan tomar ciertos montos de estos rubros, pero invito a todo el país a mirar en otra dirección.

La respuesta está en las cifras que ofrecen, tanto la Supersociedades como la Superfinanciera. Dos entidades que anualmente publican las utilidades de las empresas y del sector financiero. Es importante fijar nuestra mirada en estas cifras porque es aquí donde está el dinero verdaderamente disponible. Son las grandes empresas y el sector financiero los que se han enriquecido astronómicamente, aunque las cifras de crecimiento económico del país no sean las mejores, y a pesar del inmenso sufrimiento y la pobreza en que viven gran parte de los ciudadanos colombianos.

Según los datos de la Supersociedades, las mil empresas más grandes del país han tenido ganancias exorbitantes en los últimos cuatro años. En el año 2016 ganaron $45 billones, en el 2017 ganaron otros $45 billones, en el 2018 sus ganancias alcanzaron una cumbre de $68 billones. Es decir, que en esos tres años estas empresas obtuvieron ganancias de $158 billones. Sin conocer aún las cifras oficiales del año 2019, se puede asegurar que en los últimos cuatro años han obtenido ganancias por más de $200 billones. Por otra parte, la Superfinanciera ha informado que las utilidades del sector financiero superan los $70 billones en el mismo período.

Las cifras mencionadas son incontrovertibles porque se toman de las fuentes oficiales y han sido publicadas en los medios de comunicación de los mismos dueños de estos sectores económicos.

Es obvio que los grandes medios de comunicación nunca harán una lectura como la que aquí se hace, pues al país lo que se le vende es la idea de unos pobres empresarios que necesitan tener menos carga tributaria para poder generar empleo, lo cual es absolutamente falso y así lo demuestran los enormes montos de sus utilidades y el hecho de que aunque hayan sido exonerados de $10 billones de impuestos en la más reciente reforma tributaria, las cifras del desempleo continúan creciendo.

Si sabemos en los bolsillos de quiénes está el dinero, lo más lógico es que podamos exigirles solidaridad en este momento de crisis para la Nación. Los que han logrado las vacas gordas en un país empobrecido, deberían asumir con generosidad la iniciativa de contribuir con el costo de la actual crisis aportando una parte de sus ganancias, sin que corran el mínimo riesgo de entrar en quiebra. No es un asunto de limosnas. La pregunta es para las mil empresas más grandes del país: de esos $200 billones que ganaron en los últimos cuatro años, ¿Cuánto van a aportar para apoyar a la patria que los enriqueció? La misma pregunta va para el sector financiero: de los más de $70 billones que ganaron en los últimos cuatro años, ¿Cuánto van a devolver a sus benefactores?

Esperamos una respuesta generosa. Si esa respuesta no llega por su propia iniciativa, el pueblo colombiano, de forma pacífica, democrática y con las herramientas legislativas que nos ofrece la Constitución, debe proceder.

No se trata de una lucha de clases. De lo que se trata es de justicia social. Esto pasa en el tercer país más desigual del mundo, en donde el pobre siempre debe pagar los platos rotos. No más engaños, no más explotación, no más cortinas de humo.

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