‘Prometieron lo habido y por haber y no se ha visto nada’

Foto: Salud Hernández-Mora
Los empobrecidos pobladores, mayores, niños y jóvenes de Las Mercedes, esperan que el Estado colombiano los ayude a que su pueblo progrese.
El Gobierno aseguró que iba a reconstruir Las Mercedes (Chocó), pero no se han visto los avances.

La pobreza sigue intacta. No ha disminuido un ápice. El aspecto del caserío, a orillas del Atrato, es tan miserable como lo conoció el país el 17 de noviembre de 2014, cuando el secuestro del general Rubén Darío Alzate lo llevó al primer plano de la actualidad. Solo hay un cambio y no es obra del Estado. Se trata de una bonita edificación de madera, de dos alturas, sede de la Casa Comunitaria. La construyeron en tan solo dos meses los propios habitantes y compraron los materiales con 250 millones de pesos. Sacaron el dinero de los porcentajes que recibe la comunidad por dejar explotar a unos empresarios paisas las dos minas de oro que poseen entre todos.

Los gobiernos nacional, departamental y municipal prometieron entonces reconstruir el caído centro de salud, realizar mejoras en la escuela, levantar un muro de contención del Atrato y completar el proyecto de energía que era la razón del comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta Titán para visitar el corregimiento. Pero, hasta la fecha, no han puesto el primer ladrillo.

“Prometieron lo habido y por haber y no se ha visto absolutamente nada. Ahora estamos tal cual que cuando cogieron al general”, afirma Cirilo Román, un paisano que se encontraba en Las Mercedes el día que las Farc secuestraron al oficial y el proceso de paz quedó en suspenso. “En verdad estamos hasta peor porque nos estigmatizaron”. Tanto es así que algunos nativos optan por ocultar su procedencia cuando suben a Quibdó. “¿Viene del pueblo del general? ¿Del pueblo de la guerrilla?”, suelen preguntarles. Y, durante los primeros meses, las pangas que surcan el Atrato detenían su marcha unos instantes para que los pasajeros tomaran fotos.

Al diminuto corregimiento se tarda solo 15 minutos desde Quibdó en una panga grande con motor de 200 caballos, y algo más del doble en las estrechas canoas que te llevan por seis mil pesos. Es un recorrido entre selva espesa, por territorio que controla alias Chovarro, el cabecilla más conocido y temido en una zona que controla el frente 34 de las Farc.

La cabecera es una línea de casuchas de madera levantadas sobre pilotes, idéntica a tantas otras que se divisan a lo largo del Atrato. En algunas habitan hasta tres familias numerosas, en las que son frecuentes los embarazos de adolescentes. Hace años se encontraban metros más adelante, pero el río se fue comiendo la tierra y debieron moverlas hacia la selva. De ahí que en una visita que Juan Manuel Santos hizo a Quibdó, le pidieran el muro de contención como prioridad, a la par que la luz.

Presentación Palomeque, vicepresidenta de la junta de acción comunal de Las Mercedes y, a la derecha, el derruido centro de salud cuya reconstrucción les urge. Salud Hernández-Mora
“Si viene en unos años, el pueblo estará más al fondo, se habrá derrumbado más orilla porque no hacen el muro. Y energía no tenemos. Monta un alcalde, baja el otro y siempre nos dejan en el deseo. Un año no íbamos a votar porque de nada sirve. Cuando lo del general llegaron más de sesenta periodistas de muchos países, nos visitaron funcionarios y todo para nada, estamos en ceros, en espera de que nos colaboren”, se queja Presentación Palomeque, vicepresidenta de la junta de acción comunal.

Han transcurrido doce meses desde que las Farc raptaron al alto oficial y sigue sorprendiendo que el máximo responsable de las Fuerzas Militares en la región decidiera llegar al poblado vestido de civil y sin escolta. Las hipótesis que una escucha entre los locales son las mismas que circularon en aquellos días y, al igual que sucedía en el 2014, desechan la que difundieron las autoridades: que acudió con la intención de revisar el proyecto de una hidroeléctrica y dejó el uniforme y sus soldados en Quibdó con el fin de que los nativos lo sintieran más cercano.
“Los únicos que están haciendo el estudio son de la Universidad Tecnológica del Chocó y acá nunca nos dijeron que el general estaba en el proyecto”, asevera Cirilo Román. “Eso fue una película que montaron para fortalecer el proceso de paz que se les estaba cayendo”.

Entre las variopintas hipótesis que se barajaron, no faltó la que hacía referencia a una bruja. Aseguraban que el general buscaba a una famosa vidente de Las Mercedes. “Aquí no hay brujas (risas). Yo tengo 39 años y nunca vi eso. Había un curandero y se fue hace unos quince años. Con él se acabó el médico tradicional”, precisa Presentación Palomeque. Dice que ahora, para curar el ‘ojo’ (persona que transmite enfermedades solo con su mirada fuerte) o la ‘lombriz’ (mal que afecta a niños y alborota otras dolencias) deben buscar al mismo médico tradicional que se mudó a Quibdó y pagar unos 150.000 pesos por la consulta.

“El general nos vino es a involucrar. Aquí, ese señor ni lo conocíamos. Si venía a hacer algo a la comunidad, esa no era la actitud, no preguntaron por los líderes, como hace usted. Somos unas personas humildes, honestas que perdimos 27 días de no ir al monte y perdimos la tienda comunitaria. Se acabó porque entre los que quedamos, los que no nos desplazamos, se compartió lo poquito de comida que había en la tienda. Tanta bulla y vamos para un año y no nos han reconocido nada”, añade Palomeque.

Para recuperar el mes en el que no pudieron realizar sus faenas cotidianas por la presencia del Ejército en el área, distintas personas les recomendaron interponer una demanda contra el Estado por daños y perjuicios. Pero prefirieron no acudir a la justicia. “Necesitamos un buen abogado y no tenemos con qué pagarlo y no merece la pena que demandemos si el campesino con el Estado siempre pierde”, afirma Joaquín Palacios, antropólogo, además de ilustre y próspero empresario natural de Las Mercedes, que reside en la capital del departamento y vive pendiente de su comarca.

Minas de oro

Los nativos sobreviven de la pesca, la minería, el cultivo de plátano y caña, la madera y la producción de panela. En cualquiera de sus actividades apenas sacan lo suficiente para el diario y desde hace unas semanas el trapiche comunitario permanece cerrado porque las vigas del tejado se pueden venir abajo en cualquier momento. Son de madera y pretenden que la alcaldía les ayude para hacerlas de material.

Tampoco el pescado es rentable como antaño. Escasea por la contaminación de mercurio de la ciénaga Santa Bárbara, que era donde más había. Pero el oro, que extraían de manera tradicional y encontraban fácilmente en las minas Santa Bárbara y Chiquinquirá, que queda a cinco horas, lo dejaron en manos de unos paisas, dueños de las retroexcavadoras. Destrozan la naturaleza y entregan entre el 5 y el 10% de lo producido a la comunidad.

En cuanto a la madera, a los foráneos les permiten extraerla al irrisorio precio de 100 pesos por palo. Ya casi acabaron con el abarco y otras especies finas, por las que obtendrían mayores ingresos, y los aserradores locales trabajan con sierras eléctricas alquiladas, ni siquiera cuentan con propias porque acostumbran a malgastar en cerveza las ganancias.

Fundado en 1813 por diez familias dedicadas a la agricultura y la pesca y, después, tras descubrir las citadas minas, también a buscar oro de manera artesanal.

La aparición de las retros supuso el ingreso de millones de pesos para la pequeña comunidad, pero el clamor general es que sin energía nunca progresarán, seguirán estancados en la pobreza. Solo unos pocos vecinos cuentan con planta eléctrica y apenas la prenden porque gasta unos 15.000 pesos en gasolina cada hora.

“No podemos nadie guardar la comida y la que nos da el ICBF para los 48 niños de la escuela hay que consumirla enseguida”, señala Yusleidy López, una de las mamás jóvenes que cocinan para los escolares, que salieron a vacaciones a mediados de noviembre. Como les entregan en Quibdó los víveres una vez al mes y se les dañaría la carne, el pollo y el pescado, acordaron con los vecinos un sistema que garantice alimentos en buen estado. Entre todos compran la remesa y cada familia, después, es responsable de proveer las raciones cada dos días, el tiempo que aguantan conservadas en sal. “El día anterior la traen de Quibdó y nos la dan para cocinar”, explica López.

Este diario conoció por otras fuentes que Las Mercedes no recibe las cantidades que contrata el ICBF. Haciendo cálculos de lo que les entrega el proveedor, tienen que preparar el almuerzo para 48 niños con cuatro libras de arroz, cuatro de carne y una libra de frijoles. Lo único que parece adecuado es el lulo para los jugos, así como el tomate y la cebolla, aunque por el fuerte calor y la falta de refrigeración, una parte suele estropearse.

Tampoco existe un centro de salud. El que había está desocupado y en pésimas condiciones. “Tiene unos 20 años de estar malo y hace doce años la comunidad ubicó a la promotora de salud en la casa comunitaria que le entregamos para que viva. No está en Las Mercedes porque hay mucho paludismo; la semana pasada salieron 15 enfermos que los remitió a Quibdó, y fue a ver si consigue medicamentos”, asegura el vicepresidente de la junta.

Pregunto por el parque infantil de juegos, junto al templo católico que hizo el padre César. “Lo trajo el Ejército y un poco de pintura para la escuela, pero eso no hace nada”.

Pese al pesimismo que todos destilan, en el fondo confían en que les cumplan las promesas, contengan la erosión que causa el Atrato para hacer las viviendas de material y les entreguen el resto de obras. “O que nos den los materiales y nosotros mismos hacemos todo”, indica Presentación Palomeque.

SALUD HERNÁNDEZ MORA
http://www.eltiempo.com/colombia/otras-ciudades/recorrido-por-la-vereda-las-mercedes-choco/16436076

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