Vida Nueva edición No 130: El desafío del Posconflicto

Contra la idea de que al firmarse un acuerdo de paz el país iniciará una vida distinta de problemas resueltos,el padre Leonel Narváez presenta el ejemplo de suráfrica, el salvador, nicaragua, Honduras, Guatemala y ruanda, países que hace poco celebraban sus acuerdos de paz y que hoy están clasificados entre los más violentos del mundo.

En la entrevista que publicamos en esta edición de Vida Nueva, el padre Narváez explica que un proceso de paz terminado a medias genera una violencia más devastadora que la de la misma guerra.

La paz no es un bien que está ahí, hecho y terminado; es una construcción que debe
hacerse dentro de un proceso lento y continuado. nunca será demasiado temprano para comenzarlo, tanto más si se trata de una empresa en la que toda la ciudadanía debe tomar parte porque afecta a todos.

Después de una guerra interna que ha durado más de 50 años y que ha obedecido
a la misma lógica perversa de las guerras internas que han marcado toda la historia de Colombia, la tarea de reconstrucción abarca toda una cultura de violencia y de venganzas que ha mantenido a los colombianos predispuestos para el uso de la fuerza y del rencor, más que al empleo de la inteligencia y de la capacidad de avenimiento.

A medida que se abren las posibilidades de un acuerdo de paz, se hace más urgente la elaboración de una agenda que supone unas prioridades: ¿cuáles serán las primeras tareas?

Difícil decisión en la que será necesario un orden de prioridades sabiamente establecido para que la reconstrucción del país tenga un desarrollo coherente, lógico y eficaz. ¿De qué valdría, por ejemplo, una reforma económica o un nuevo orden en la distribución de tierras o una reforma de la justicia si el alma de los colombianos mantiene sus profundas marcas de miedo, desconfianza, rencor, intolerancia o desprecio por los más débiles?

Liberar a los colombianos de esas marcas deshumanizadoras es una tarea que se impone sobre las demás y antes que las otras, como garantía de que los otros cambios que el país requiere serán posibles y efectivos.

Los surafricanos, después del enorme logro de la paz, vieron la necesidad de la reconciliación, como condición indispensable para mantener la vida de la nación en
paz. Hoy, ante los altos niveles de violencia, admiten que no se mantuvo ese propósito quizás porque en el fondo habían cedido a la creencia de que la firma de los acuerdos lo era todo. la de ellos es una experiencia de vida que tiene el valor de enseñar a una sociedad como la colombiana que esos acuerdos son solo un comienzo y que el cambio desde un país hasta un país en paz es tan radical como un cambio de alma.

Lo ha sentido así el pueblo salvadoreño. Testimonia Daysi Cheyene, una antigua guerrillera, que se equivocaron sus compatriotas al creer que la paz y la reconciliación se podían establecer por decreto y que, firmados los acuerdos de paz, la paz llegaría al día siguiente. Como otro modo de ser de los sal- vadoreños. esta creencia implica un avance a ciegas de toda la sociedad, sin ojos para ver que es imposible una tarea de reconstrucción sin una visión clara de los destrozos dejados por la guerra en el alma colectiva. Y entre esos daños el peor es el del odio.

Para que este cambio de alma se inicie, explica narváez apoyado en su experiencia con las escuelas del perdón y la reconcilia- ción, se impone una tarea de re-evangeliza- ción. “el cristianismo lo hemos enseñado en una forma que no es. es un cristianismo que tiene que rehacerse”. narváez aludió en nuestra conversación a la catequesis tra- dicional, desarrollada alrededor de temas insistente y obstinadamente mantenidos: pecado, infierno, culpa, Dios que castiga y se venga, en vez de las realidades domi- nantes en la predicación de Jesús: amor paterno, ternura, misericordia, perdón, reconciliación, alegría del regreso.

Como resultado de su larga experiencia en las escuelas de perdón, narváez afir- ma: “Colombia está entendiendo que la reparación más importante que se puede dar a las víctimas es la autorreparación, que eso es el ejercicio del perdón. este es un ejercicio auto-reparador que regenera todas las fibras interiores, te transforma y te renueva. no cambia el pasado, pero trans- forma el futuro”. es lo que debe suceder, como punto de partida para la Colombia nueva del posconflicto.

Editorial

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